El gobierno de Trump plantea convertir subsidios en acciones para ganar poder en la industria
El gobierno de Estados Unidos parece estar ensayando una estrategia que recuerda a la de China: usar dinero público no solo como subsidio, sino como herramienta de control directo sobre empresas estratégicas. Y el primer objetivo en la mira es Intel, el gigante de los semiconductores.
El secretario de Comercio, Howard Lutnick, confirmó que la Administración de Donald Trump evalúa hacerse con una participación accionaria en la compañía a cambio de los miles de millones ya asignados bajo la Ley CHIPS y Ciencia, aprobada durante el mandato de Joe Biden.
“Deberíamos obtener una participación accionaria por nuestro dinero”, declaró Lutnick a la cadena CNBC, marcando un giro en la política industrial. La propuesta consiste en mantener los compromisos financieros, pero no en forma de subvenciones a fondo perdido, sino a cambio de capital.
Una crítica directa a la ley chips
Lutnick no dudó en calificar la ley de Biden como “un regalo a las empresas ricas”, en alusión a los enormes incentivos entregados a fabricantes de microprocesadores. Según el funcionario, la prioridad ahora es “garantizar un mejor trato para el contribuyente estadounidense” y reducir la dependencia tecnológica de países como Taiwán, clave en la producción mundial de chips.
El mensaje es claro: Washington quiere jugar con las mismas cartas que usan otros gigantes geopolíticos. Si Pekín apuesta por la mezcla de inversión pública y control estatal, la Casa Blanca no parece dispuesta a quedarse atrás.
Cuánto podría ganar el gobierno en Intel
De acuerdo con datos de Bloomberg, la administración analiza transformar en acciones los subsidios concedidos a Intel, que hasta enero ya había recibido 2.200 millones de dólares, con un paquete total aprobado de 10.900 millones. Con esas cifras, el gobierno podría alcanzar hasta un 10% de participación en la compañía, un movimiento sin precedentes en la política industrial estadounidense moderna.
Para la Casa Blanca, el argumento central es la seguridad nacional. El dominio de Taiwán en la fabricación de semiconductores es visto como un riesgo estratégico en un mundo atravesado por tensiones comerciales y militares. Asegurar la producción dentro de Estados Unidos es visto no solo como un impulso económico, sino como una garantía de soberanía tecnológica.
Un viraje con impacto global
La decisión, de concretarse, cambiaría el mapa de la industria. Convertir subvenciones en acciones daría al gobierno un poder de influencia directo en una de las mayores tecnológicas del planeta, algo impensado hace solo unos años en el modelo estadounidense.
La iniciativa marca además un nuevo capítulo en la disputa global por el control de los microchips, el recurso más codiciado de la era digital. El mensaje de Washington es contundente: no se trata solo de apoyar a las empresas, sino de sentarse en la mesa donde se toman las decisiones.
Gobierno planea convertir subsidios en acciones
Ya no se trata solo de estímulos o subvenciones. El gobierno de EE. UU., tomando nota de lo que hace Pekín, está usando el apoyo público como palanca para influir, incluso controlar directamente, sectores estratégicos. El ejemplo más claro: Intel.
Pero esto no es aislado. Según Reuters, se estudian medidas similares con otras tecnológicas como Nvidia, AMD o TSMC, atadas al mismo paquete de subsidios.
Incluso sectores como la industria de baterías, esenciales para los vehículos eléctricos, han recibido nuevos esquemas de apoyo desde el Pentágono o el Departamento de Energía. EE. UU. impulsa también la producción nacional de minerales críticos, concediendo créditos directos y préstamos estatales para reducir la dependencia de China.
Además, el gobierno aplica una política más estricta sobre inversiones foráneas, similares a lo que hace China. Firmas como TikTok han sido objeto de presión para reestructurar su propiedad; la administración revisa y limita transacciones de compañías consideradas sensibles, al estilo de lo que hace Pekín en sectores estratégicos.
También hay políticas proteccionistas en tecnología automotriz, restringiendo importaciones si implican riesgos de seguridad o espionaje, incluso con aranceles drásticos.
Este conjunto de medidas —desde tomar participaciones directas hasta proteger industrias clave y controlar inversión extranjera— refleja un giro hacia un capitalismo estatal estratégico, más parecido a lo que viene haciendo China, donde el gobierno guía a las empresas hacia objetivos nacionales.
Como señala un observador: EE. UU. ya no juega con reglas de libre mercado absoluto, sino con protección industrial, restricciones y apoyo directo a sectores clave.
Este modelo ha intensificado las tensiones globales por el liderazgo tecnológico y económico. Mientras EE. UU. trata de reactivar su industria y asegurar cadenas de suministro estratégicas, resta ver cómo responderá el mercado interno y qué impacto real tendrá en empresas como Intel y en la economía en general.