El líder del PRM está obligado a garantizar que su partido continúe en el poder.
El presidente Luis Abinader relanza su gobierno al iniciar el primer año de su segundo y último mandato en momentos en que el pueblo que le revalidó ventajosamente se torna más exigente y esquivo. La etapa en que cualquier error oficial puede desatar la ira popular.
El mandatario otea el impredecible campo electoral del 2028, él, mayor activo político del PRM, jubilado, y pondera cambios que desesperan por su temprana filtración. Sería mala señal que la dilación fuese duda, indecisión. (Hasta el mediodía de ayer no se habían anunciado los esperados cambios de funcionarios, pese a que todas las fuentes afirmaban que no pasarían de la fecha del cumpleaños de mandato.
Abinader, buscaría una reestructuración que le permita evitar el desguañangue de los últimos dos años de periodos gubernamentales y que luego traen consecuencias judiciales para los funcionarios salientes y el escarnio del mandatario despojado de la banda presidencial.
El líder del PRM está obligado a garantizar que su partido continúe en el poder, pero advertido de vergonzosas experiencias pasadas afinaría los mecanismos fiscalización, fundamentalmente en las compras de bienes y servicios.
La dirección de Contrataciones Públicas, que estrena ley, anuló recientemente licitaciones millonarias en instituciones, cuyos titulares serían de los sustituidos. En dos de los casos se han mencionado los nombres de los supuestos nuevos incumbentes.
Los aliados nombrados, que han esperado 5 años para que se “cumpla” con ellos, podrían ser los más vigilados, pese a la necesidad de las alianzas con los pequeños que se reproducirían en el 28, que solo aportan espacio para más fotos del candidato presidencial en la boleta.
Con relación a los “cumplimientos”, también los ciudadanos pasan revista a las promesas de Abinader y el PRM en las elecciones del 2020 y el 2024 (ver “Las promesas cumplidas e incumplidas del primer mandato de Luis Abinader”, en el Listín de ayer) y es notoria la actitud de “menos comprensión” y hasta de ira en algunas áreas de servicios.
La salida de una de las plantas de Punta Catalina provocó apagones, que fueron protestados con quemas de neumáticos, cuando el gobierno desplegaba su mejor puesta en escena aniversario, con positivos recuentos audiovisuales y fiestas en diferentes ciudades.
Aumentaron las protestas y el 16 de agosto en horas de la tarde, sin figurar en la agenda oficial, Abinader “se tiró” a Punta Catalina, pese a un confiable Celso Marranzini, jefe del sector eléctrico y administrador de la planta, que le mantenía al tanto de los trabajos de corrección de la avería.
“La preocupación por la gente me trajo a Punta Catalinja”, proclamó Abinader, ataviado con la indumentaria protocolar de chaleco y casco protector. Presentó excusas al país “por la preocupación y angustia por la situación que atraviesa tras la salida de la planta, seguida de Los Mina II y Siba”. Adelantó que se hacían pruebas para el reingreso de generadora el domingo, lo que ocurrió a las 5:30 de la mañana.
El mandatario evidenció que está atento a cada contingencia que pueda afectar el final de su gestión (casi todos asumimos un lenguaje, como si corriera enero del 28), a sabiendas de que es el mayor doliente y de que muchos de los candidatos solo están pendientes de lo que le beneficie electoralmente.
¿Será suficiente la actual reestructuración o faltaran nuevos ajustes en los próximos meses para poder cumplir con los reclamos ciudadanos y que estos le confíen un tercer mandato al PRM?
Falta mucho terreno por caminar y el mundo de la era Trump es incertidumbre total.
La menor chispa puede encender la pradera, como decían los camaradas…