Actos formales en Santiago no rescatan el verdadero sentido patriótico de la gesta
Santiago, R.D. – Cada 16 de agosto se conmemora la Restauración de la República Dominicana, pero lo que debería ser una fecha de exaltación nacional, se reduce a un conjunto de formalismos protocolarios sin mayor conexión con la épica que representa. La gesta de 1863-1865, liderada por campesinos, artesanos y ciudadanos comunes, encabezados por Gregorio Luperón y un puñado de valientes, sigue sin recibir un reconocimiento de Estado a la altura de su importancia histórica.

Este año no fue la excepción. El acto principal se llevó a cabo en el Monumento a los Héroes de la Restauración en Santiago de los Caballeros, donde la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, el Ministerio de Defensa, el Ministerio de Educación, la Gobernación Provincial y la Alcaldía local organizaron una ceremonia sobria, respetuosa, pero desconectada del espíritu rebelde y popular que animó a los restauradores.
Desde las ocho de la mañana, el acto arrancó con el izamiento de la bandera, el Himno Nacional y una salva de 15 cañonazos en honor a los héroes. Luego vinieron las ofrendas florales y los discursos. Pero faltó lo esencial: el contexto histórico, la crítica al olvido y la narrativa de una independencia recuperada a sangre y fuego. Se deja a la imaginación de la gente: ?frente a quien fue este hito independentistas?
La gobernadora Rosa Santos recordó que Santiago fue la capital política y militar de la Restauración, pero su alocución, como la del alcalde Ulises Rodríguez, se centró más en lo ceremonial que en lo combativo del hecho histórico.
El presidente de la Comisión de Efemérides Patrias, Juan Pablo Uribe, sí alzó un poco más la voz. Denunció con énfasis los ultrajes a los símbolos patrios y reclamó respeto por el Himno Nacional, en un tono que buscó encender las fibras del patriotismo cívico. Pero aun así, su discurso giró más en torno a los símbolos actuales que a una valoración crítica de la gesta restauradora y su vigencia en el presente.
“La epopeya restauradora es un grito de soberanía que sigue vivo”, dijo Uribe, y añadió que la fecha debe servir para “proclamar la defensa de la autodeterminación, la integridad territorial y la identidad histórica dominicana”. Sin embargo, poco o nada se mencionó del papel central que jugaron las clases populares en esta guerra contra el neocolonialismo español, ni del contexto político que llevó a Pedro Santana a entregar la soberanía nacional en 1861.

El historiador militar Sócrates Suazo Ruiz hizo una reseña breve de la gesta y luego, como marca la tradición, la comitiva se dirigió a la Catedral de Santiago, donde Monseñor Valentín Reynoso ofició el solemne Te Deum.
El historiador Robert Espinal Luna también tuvo su espacio para recordar el valor simbólico del primer Monumento a los Héroes de la Restauración, levantado en 1918, (en ese entonces en honor al Dictador Trujillo) y tras el ajusticiamiento de este en el 1961 renombrado con el nombre de la Restauración, y que domina el paisaje santiagués.
En paralelo, en el Monumento del Grito de Capotillo, en Dajabón, se desarrolló otro acto conmemorativo desde las 8:00 a.m., encabezado por autoridades provinciales, civiles y militares. El sacerdote José Mármol ofreció la invocación religiosa, mientras que la ceremonia militar estuvo a cargo del CESFRONT.
Pero, más allá de estos actos, la Restauración parece seguir atada a una suerte de segunda invisibilización. No hay programas escolares que profundicen en su significado, ni un calendario patriótico que la ponga en paridad con el 27 de febrero. La participación heroica de ciudadanos sin apellidos resonantes, sin títulos ni fortuna, sigue sin ocupar su lugar de dignidad en la memoria colectiva.
Gregorio Luperón, Gaspar Polanco, Benito Monción y tantos otros nombres quedan relegados a menciones de ocasión, mientras el relato oficial privilegia los símbolos sin profundizar en sus raíces. Y en el fondo, persiste una omisión peligrosa: la de reconocer que esta fue una segunda independencia, una guerra popular contra un imperio europeo, ganada por los de abajo. Ya el 27 de Febrero de 1844, Juan Pablo Duarte y los Trinitarios habían proclamado la primera expulsando a los haitianos; en esta segunda, la batalla fue contra España, que con el pasar de los años se han curado esas heridas y hoy es unos de los países con los cuales República Dominicana mantiene mejores relaciones.
La República se salvó en la Restauración. Pero el Estado aún no termina de reconocerlo a plenitud, sino como una gesta secundaria de la historia dominicana.