Es evidente que el mandatario rehúye otra caída y su extremo cuidado hace dudar de la firmeza de que el gobierno asuma la reforma fiscal.
El presidente Abinader no parece superar la frustración del retiro de la reforma fiscal en octubre último. Magín Díaz, su nuevo ministro de Hacienda, ha iniciado la lubricación social del proyecto, pero el mandatario genera dudas sobre su visión de proceso en cada declaración pública.
“Nuestra práctica ha sido siempre coherente: proponer, escuchar y, si es necesario, rectificar. Corregir es reconocer que las decisiones –aunque sean bien intencionadas- deben cambiar, cuando no responden a las posibilidades y expectativas de la gente”, dijo un cariacontencido Abinaderla noche del sábado 19 de octubre.
El mandatario, aunque afirmó que no fue improvisación y que actuó con responsabilidad al presentar un “plan integral de cambios estructurales”, escuchó “el ritmo colectivo de la inconformidad”. En los días posteriores habló de perseguir la evasión y muchos de los que rechazaron la reforma temieron retaliación. Entonces vino un extraño proceso de sectores empresariales de animar al ejecutivo a la realización de modificaciones fiscales, claro distintas a las presentadas.
La renuncia de Jochi Vicente (llevado al paredón nacional) y la designación de Magín (crítico de la propuesta del primero, pero defensor de una reforma tributaria) fueron interpretadas como el reinicio del esfuerzo gubernamental con un tecnócrata más abierto y de mayor capacidad de comunicación.
Cuando Abinader fue preguntado sobre el tema en LA Semanal, respondió: nosotros todavía no hemos hablado con Magín. Magín tiene unas dos semanas y está trabajando y eso no se ha discutido”.
El miércoles último, en el Almuerzo del Grupo de Comunicaciones Corripio alegó que “no tenemos ninguna decisión en estos momentos”, aunque son públicos los encuentros de Magín con sectores productivos. Además, se supo, que el mandatario ha consultado sobre el tema fiscal a movimientos políticos aliados.
Es evidente que el mandatario rehúye otra caída y su extremo cuidado hace dudar de la firmeza de que el gobierno asuma la reforma fiscal, aunque sea limitada, antes del 2028. Sectores internos del PRM, vinculados a algunos aspirantes presidenciales desaconsejan ese camino por temor a un impacto electoral negativo.
“Eso ya sería una decisión de toda la sociedad. Nosotros sometimos una reforma, y la verdad que el pueblo no estuvo de acuerdo”, dijo aún con la pesadumbre de aquel resbalón.
Abinader, trató de encontrar las palabras adecuadas para redondear la respuesta: “eso sería ya una decisión conjunta de toda la sociedad, en ese sentido. No tenemos ninguna decisión en este momento, en ese sentido, pero yo pienso que ya eso sería una discusión de toda la sociedad, de si eso sería lo conveniente”
En la propuesta de Jochi, de la que se distanciaron funcionarios y dirigentes del PRM y que Abinader avaló en una Semanal y luego remitió al Congreso Nacional, se alegó falta de socialización, aunque en esa presentación el entonces “Dr. No” dijo que “había hablado con todo el mundo”.
Magín se nota entusiasmado y confiado de hacerle entender a los empresarios la necesidad y ventaja de la reforma fiscal, aunque la historia de estos procesos es que nadie quiere ser tocado. Muchos empleadores solo entienden el consenso como la aceptación de sus rechazos a determinados impuestos.
Si Abinader condiciona someter la propuesta que diseñe Magín a “una decisión conjunta de toda la sociedad”, sería conveniente emplear el tiempo del funcionario y del resto del gobierno en otras prioridades.
Los gobiernos deben escuchar a todo el mundo, hacer ponderaciones técnicas y políticas rigurosas y si concluyen que un proyecto conviene al país, enfrentar los ventarrones que surjan, aunque luzcan huracanados.
Todos alaban los avances logrados en los años siguientes a duras reformas impuestas en los años 90, pero rehúsan los jalones de moño.