Tecnología tras las rejas: una vía hacia la reinserción o un arma del crimen.
El uso de la tecnología tras las rejas es un tema de doble filo. Mientras en Europa se debate sobre su potencial como herramienta de reinserción social, en las cárceles de la República Dominicana, el acceso a internet y a dispositivos electrónicos se ha convertido en un sinónimo de delincuencia y caos institucional. El contraste es abismal.
Un reciente estudio de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), liderado por el investigador Pablo Romero, reveló que en las cárceles de Cataluña, aunque el acceso es desigual, la tecnología digital es vista como un pilar para el bienestar emocional, la educación y la reintegración de los reclusos.
Los investigadores plantean que negarles este acceso es condenarlos a una exclusión digital aún mayor al salir. Sin embargo, en el contexto dominicano, esta perspectiva parece lejana y, para muchos, utópica.
La tecnología: delincuencia y descontrol
En República Dominicana, la realidad es que el acceso a internet en prisión no ha sido usado para rehabilitar, sino para delinquir. A pesar de las prohibiciones oficiales y los esfuerzos de las autoridades penitenciarias, el contrabando de celulares y dispositivos electrónicos es un problema endémico. Estos equipos no se usan para estudiar o hacer videollamadas con la familia, sino para operar redes criminales desde dentro de las celdas.
Casos de estafas telefónicas, extorsiones, fraudes bancarios y coordinación de crímenes han sido documentados en recintos como La Victoria, Najayo y San Pedro de Macorís.
Desde ahí, los internos han orquestado estafas del tipo “familiar en apuros” a través de WhatsApp, han clonado tarjetas bancarias, han extorsionado a personas con contenido íntimo y hasta han ordenado asesinatos en el exterior.
Estos delitos, facilitados por la tecnología, evidencian una grave crisis de control interno y, a menudo, la complicidad de agentes penitenciarios corruptos.
La paradoja de la exclusión digital
Esta visión de la tecnología como una amenaza ha llevado a las autoridades a una política de restricción total. En lugar de explorar un modelo de acceso controlado y educativo, se centran en requisas y en el bloqueo de señales, medidas que no siempre resultan efectivas.
La consecuencia es una doble exclusión: los reclusos no solo están privados de su libertad, sino que también son apartados de un mundo cada vez más digitalizado, saliendo a la calle sin las habilidades básicas necesarias para reinsertarse en la sociedad.
El estudio de la UOC plantea tres funciones esenciales para las TIC en prisión: mantener el contacto con redes de apoyo, acceder a formación y desarrollar competencias tecnológicas básicas.
En República Dominicana, estas oportunidades son prácticamente inexistentes. No hay programas estructurados de formación digital y la infraestructura tecnológica es obsoleta o nula. Como lo expresó el investigador Pablo Romero, negar esta herramienta es "condenar a los internos a salir tan excluidos como entraron".
La situación contrasta directamente con el modelo catalán. Mientras en España se debaten programas de formación digital y plataformas educativas dentro de las prisiones, en República Dominicana, la discusión está dominada por el escándalo y la desconfianza.
La diferencia subraya una deuda pendiente en el sistema penitenciario dominicano: replantear el papel de la tecnología no solo como un riesgo de seguridad, sino como una oportunidad de transformación humana y social.
Si no se aborda esta reforma, las cárceles seguirán siendo, paradójicamente, no solo un lugar de encierro, sino también una oficina remota para el crimen.
Uso de internet para delinquir desde la cárceles de República dominicana
Algunos ejemplos reales y documentados de cómo se ha usado el internet para delinquir desde las cárceles de la República Dominicana, en muchos casos con teléfonos inteligentes, acceso a redes móviles y complicidad interna:
1. Estafas telefónicas tipo “familiar en apuros”
Desde cárceles como La Victoria, Najayo y San Pedro de Macorís, internos han hecho llamadas y envíos de mensajes vía WhatsApp y redes sociales haciéndose pasar por familiares o empleados de empresas, alegando accidentes, secuestros o bloqueos de cuentas bancarias. El objetivo: lograr que la víctima transfiera dinero de inmediato.
Caso conocido: En 2021, la Policía Nacional desmanteló una red de internos en Najayo Hombres que había estafado a más de 60 personas con este método.
2. Falsas ofertas de empleo por redes sociales
Internos con acceso a internet creaban perfiles falsos en Facebook y LinkedIn, ofreciendo empleos atractivos en el extranjero o en empresas reconocidas. Luego, solicitaban pagos anticipados para cubrir “gastos de trámites”, “uniformes” o “pasajes”.
Detección: En 2022, el Ministerio Público identificó que muchas de estas cuentas se manejaban desde el penal de La Victoria.
3. Extorsión con contenido íntimo (sextorsión)
Desde la cárcel, algunos reclusos han usado perfiles falsos para entablar conversaciones íntimas con víctimas (hombres o mujeres). Luego de obtener fotos comprometedoras, extorsionaban exigiendo dinero a cambio de no publicar las imágenes en redes sociales o enviarlas a familiares.
Casos vinculados a redes internacionales de estafa que operaban desde cárceles dominicanas y colombianas fueron reportados por diferentes medios dominicanos
4. Fraudes bancarios
Con acceso a dispositivos, algunos reclusos han sido parte de redes que clonan tarjetas, acceden a cuentas bancarias digitales o simulan estar en entidades financieras. En algunos casos han utilizado servicios como banca en línea o aplicaciones de pagos para robar dinero.
Caso relevante: En 2023, autoridades detectaron que un grupo de presos en la cárcel de Higüey tenía acceso a dispositivos con aplicaciones bancarias y transferencias móviles activas.
5. Coordinación de crímenes en el exterior
Más allá del fraude, se han reportado casos en los que internos han ordenado asesinatos, robos y tráfico de drogas usando WhatsApp, Telegram o llamadas por internet. En algunos casos, estos reos se hacían pasar por líderes de estructuras criminales fuera del penal.
Ejemplo: En 2020, el recluso apodado “El Grande”, desde la cárcel de San Cristóbal, coordinaba acciones de una banda que operaba en Santo Domingo Norte.
6. Uso de TikTok y transmisiones en vivo
Aunque no se trate directamente de delitos económicos, reclusos han transmitido en vivo desde sus celdas mostrando alcohol, drogas, armas blancas, incluso burlándose de las autoridades. Estas acciones reflejan la falta de control interno y el uso de internet como instrumento de impunidad y desafío.
En 2023, se hicieron virales varios videos de internos de La Victoria en fiestas con música, hookahs y celulares, grabados desde adentro.
Estos casos muestran cómo el internet no solo ha penetrado las cárceles dominicanas, sino que se ha convertido en una herramienta más del crimen, aprovechando la debilidad del sistema penitenciario.
Las soluciones deben pasar por controles tecnológicos reales, bloqueo de señales, vigilancia digital y programas de reinserción supervisada, no solo por incautaciones esporádicas.