El músico honra al exministro y amigo, pieza clave en su carrera y legado
Santo Domingo.- En medio del luto por la muerte del escritor y exministro de Cultura José Rafael Lantigua, el destacado artista dominicano Wilfrido Vargas no se limita a una despedida solemne. Sus palabras, más que tributo, son memoria viva de una amistad que trascendió los escenarios y se convirtió en alianza creativa, humana y transformadora.

“Me embarga la tristeza, sí. Pero también una gratitud inmensa”, confiesa el legendario músico, con la claridad de quien reconoce en Lantigua algo más que un colaborador. Para Wilfrido, Lantigua fue “ese integrante de la Banda que no tocaba instrumentos, pero afinaba voluntades y armonizaba sueños”.
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Escribe en mensaje en sus redes sociales: No es una metáfora lanzada al aire. José Rafael Lantigua estuvo allí, en los momentos clave. Fue gestor, puente, agitador de ideas. Con sensibilidad rara —esa que convierte gestos simples en actos con impacto—, supo aportar desde fuera del foco. Tocaba a quienes no suelen estar en primera fila, desde cárceles hasta hospitales psiquiátricos. “Cada acción suya era una caricia al alma de quienes más necesitaban alegría”, recuerda Wilfrido.
Su legado en la historia de Los Beduinos no fue menor. En los años 70, Lantigua se convirtió en un verdadero motor silencioso detrás de la maquinaria musical. Promovió la creación del club de fans “La Gente de Wilfrido”, gestionó vínculos genuinos entre el artista y su público. Fundó la revista Wilfrido Informativo, un medio que iba más allá del boletín promocional: era editorialmente sólido, casi una rareza en su tiempo.
Y no se detuvo ahí. Junto al incansable Freddy Ginebra, impulsó el proyecto Wilfrido en Vivo, que amplificó la presencia del artista dominicano con una proyección innovadora. También organizó presentaciones inolvidables en espacios poco convencionales: el hospital psiquiátrico del 28, las cárceles del país. Lugares donde la música no suele llegar, pero él hizo que sonara.
Wilfrido lo define como un líder nato. No solo comprendió el fenómeno Wilfrido Vargas, sino que lo potenció. “Lo nutrió, lo enriqueció, lo hizo más inclusivo”, afirma.
Este adiós no suena a final. Es un cierre con música de fondo, con gratitud sincera y con la conciencia de que, sin personas como Lantigua, muchos legados serían menos intensos, menos humanos. “Hoy lo despido con admiración eterna”, dice Wilfrido, “y con la certeza de que su batuta sigue tocando corazones”.
Porque hay personas que no necesitan escenario para dejar huella. José Rafael Lantigua fue una de ellas.
Descansa en paz, hermano. Tu melodía sigue viva.