La cultura de la reelección perpetua frena la evolución del gremio y aleja a las nuevas generaciones de periodistas.
Una vez concluyan las elecciones del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), iniciaré un movimiento que impulse una transformación institucional profunda en el gremio. Uno de los primeros planteamientos a impulsar será prohibir la reelección por más de dos periodos, sean consecutivos o no, para una misma persona. Esta norma aplicaría no solo a la presidencia del CDP a nivel nacional, sino también a los demás organismos y secretarías generales del gremio, tanto en el país como en el exterior. Igual en al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP). Hoy, la reelección indefinida se ha convertido en una práctica generalizada y una traba para nuestro y otros gremios.

Me inicié muy joven en el activismo social, y me asombra hoy que muchos sindicatos estén liderados por las mismas personas que hace cuatro o cinco décadas con las que compartí. Lo mismo ocurre en el sector de los deportes, con escasas excepciones. El argumento para justificar esta permanencia casi vitalicia siempre es el mismo: “la experiencia”, “la confianza ganada”, “el compromiso demostrado”. Pero en realidad, lo que debería ser una entrega temporal fruto de la vocación de servicio termina convertido en un oficio, en una forma de vida. Aunque en principio pudiera partir de buenas intenciones, ese apego al cargo genera una dependencia malsana del ejercicio gremial, que termina afectando al gremio mismo.
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El personalismo toma fuerza. Se instala un caudillismo sutil, disfrazado de liderazgo, que frena el surgimiento de nuevos liderazgos y contamina el espíritu democrático del gremio. Es exactamente lo que ha pasado en el CDP, no solo en su dirección nacional, sino también en muchas de sus filiales, donde algunos caciques dictan línea como si fueran dueños del gremio. Es un exceso que una misma persona haya sido presidente hasta cinco veces.
Esa situación ha aniquilado la institucionalidad. Y un gremio —como un país— que no opera sobre una base institucional sólida, termina estancado. Peor aun cuando ese liderazgo no se sostiene en ideas renovadoras, sino en una falsa consagración personal, basada en la creencia de que es el gremio quien otorga el estatus social necesario.
Sé que esta posición podría incomodar a colegas muy aferrados a la idea de que son insustituibles en el CDP. Pero hay que decirlo ya, y más aún, hay que actuar. Después de estas elecciones —que espero se desarrollen en orden— vamos a trabajar para que el reeleccionismo y el personalismo dejen de asfixiar al CDP. El gremio necesita entrar en una nueva etapa, con estructuras dinámicas, liderazgo fresco y mentalidad abierta. Ojalá, que los actuales candidatos lo entiendan, y asuman desde ya este compromiso, para que no sea necesario crear ningún movimiento.
Porque estoy convencido de que lo que el CDP necesita en lo inmediato no es modificar la ley. Lo que urge es una actitud distinta de sus miembros, con visión colectiva y compromiso real con la profesión. Solo así podremos avanzar hacia metas que estén alineadas con los profundos cambios que viven la comunicación, el periodismo y la sociedad dominicana en su conjunto. El que quiera que se anote.