Estudio revela beneficios de salud y longevidad al residir junto al océano
Tener el mar como vecino no solo relaja: también podría alargar la vida. Así lo indica un nuevo estudio realizado por la Universidad Estatal de Ohio, y publicado en la revista científica Environmental Research, concluyó que las personas que viven a menos de 50 kilómetros del mar tienen una esperanza de vida hasta un año mayor que quienes habitan tierra adentro.
Para llegar a dicha conclusión, el estudio se baso en el análisis exhaustivo de más de 66 mil distritos censales en Estados Unidos, cubriendo tanto zonas urbanas como rurales.
La investigación no se limitó a observar ubicaciones geográficas: cruzó variables socioeconómicas, demográficas y ambientales. Para lograrlo, el equipo utilizó modelos estadísticos avanzados como regresión lineal múltiple, modelos multinivel y regresión espacial, y aplicó análisis de sensibilidad para reforzar la solidez de sus hallazgos.
Una de las principales conclusiones es que la proximidad al océano está directamente relacionada con una mejor salud general y mayor longevidad, mientras que la cercanía a cuerpos de agua continentales —como lagos y ríos— ofrece beneficios más ambiguos: en zonas rurales pueden ser positivos, pero en contextos urbanos se asocian con efectos negativos sobre la esperanza de vida.
Entre los factores que explican esta "ventaja azul", los investigadores destacan:
- Climas más estables y suaves
- Menor exposición a contaminantes atmosféricos
- Acceso a actividades recreativas al aire libre
- Red de transporte más eficiente y menor congestión
- Mayores ingresos y mejor acceso a servicios de salud
Pero el estudio va más allá de la geografía y el ambiente: subraya que no es solo el mar en sí el que alarga la vida, sino el conjunto de condiciones sociales y ambientales que suelen coincidir en zonas costeras.
Una novedad destacada del análisis es que los beneficios del océano no se distribuyen de forma equitativa. El impacto positivo es mayor en comunidades con buena infraestructura, servicios públicos sólidos y menor desigualdad socioeconómica. Es decir, no se trata únicamente de mirar al mar desde la ventana, sino de vivir en un entorno costero saludable y bien gestionado.
Además, se observó que los efectos positivos son consistentes tanto en grandes ciudades como en pueblos pequeños, siempre que existan condiciones que fomenten el bienestar integral.
“La planificación urbana debería considerar los espacios azules como elementos fundamentales de salud pública”, señala el equipo investigador. Sugieren que la integración de costas, riberas y zonas acuáticas saludables en los diseños urbanos podría ser clave para mejorar no solo la calidad de vida, sino también la equidad en salud.
En resumen: vivir cerca del mar puede traducirse en más años de vida, pero no es magia ni casualidad. Es el resultado de una interacción compleja entre medio ambiente, servicios públicos y condiciones sociales.
El océano puede ser un aliado silencioso de nuestra salud —si lo sabemos cuidar y aprovechar.