La política exterior china en la región caribeña inquieta a República Dominicana
SANTO DOMINGO — El dirigente de la Fuerza Nacional Progresista (FNP), Pelegrín Castillo cuestionó la relación entre República Dominicana y China, la que considera acaba de entrar en un terreno tenso y difícil. En una declaración pública sin rodeos, Castillo ha cuestionado directamente el papel que juega la República Popular China en la crisis de Haití y su actitud hacia los países del Gran Caribe.
El documento público de Castillo, que responde a una comunicación previa de la embajada china en Santo Domingo. El político sostiene que la política de Pekín en la región no responde a un genuino interés de cooperación, sino a una lucha estratégica con Estados Unidos. Según señala, desde 2017, China ha reorientado su presencia en el Caribe para marcar territorio frente a Washington, utilizando como ficha de ajedrez a países pequeños y vulnerables.
Uno de los puntos más graves, refiere al bloqueo sistemático que China ha ejercido en el Consejo de Seguridad de la ONU ante propuestas de apoyo internacional a Haití. Mientras ese país se hunde en el caos absoluto, dominado por bandas armadas y sin un gobierno funcional, la respuesta china —según la declaración— ha sido ambigua, fría y condicionada: si Haití no rompe relaciones con Taiwán, no hay ayuda.
Y eso, dice en el documento, está agravando la situación en la isla. La violencia haitiana ya ha empezado a desbordarse hacia territorio dominicano. La posibilidad de una crisis migratoria forzada, con millones de desplazados, no es una exageración. Es una amenaza real.
Pero hay más. La declaración del dirigente del FNP denuncia que, mientras China se niega a respaldar una misión robusta de pacificación para Haití, está permitiendo que empresas de seguridad con capital chino —como la FSG, ligada a figuras controvertidas como Erik Prince— entrenen mercenarios para intervenir en el conflicto. En palabras del político dominicano, esto es “llevar el conflicto a otro nivel de peligrosidad”.
Castillo también critica el doble discurso chino: por un lado, China se presenta como defensora de la soberanía de los pueblos; por otro, impone condiciones de exclusividad diplomática que ni siquiera aplica a sus aliados en el BRICS. Y mientras acusa a EE.UU. de armar el caos haitiano, ignora que parte importante del tráfico de armas viene de redes transnacionales que operan en la sombra desde décadas atrás.
La conclusión de Castillo es clara: si China realmente quiere ser un socio confiable en la región, debe asumir un papel responsable y coherente, no uno condicionado por su competencia con otras potencias. Su declaración cierra con una pregunta clave: ¿de qué sirven las relaciones con China si no están dispuestas a respaldar con hechos —no solo con palabras— una solución justa y urgente a la crisis haitiana?