Investigadores concluyen que sismos y no impactos causaron cambios geológicos en el alunizaje del Apolo 17.
La Luna no es tan silenciosa como parece. Un nuevo estudio publicado en Science Advances apunta a que los movimientos sísmicos, y no impactos de meteoritos, fueron los verdaderos responsables de los deslizamientos de rocas y cambios en el terreno lunar en la región donde alunizó la misión Apolo 17, en diciembre de 1972.
El hallazgo tiene implicaciones directas para la planificación de futuras misiones, especialmente aquellas que buscan establecer bases permanentes en la superficie lunar.
Lejos de ser un cuerpo inerte, la Luna muestra señales claras de actividad geológica, particularmente a lo largo de fallas como la Lee-Lincoln, una fractura que atraviesa el fondo del valle Taurus-Littrow, donde aterrizaron los astronautas Eugene Cernan y Harrison Schmitt.
Los investigadores analizaron imágenes y registros del lugar, además de las muestras recogidas durante la misión, para reconstruir la historia de deslizamientos de tierra. Dado que no existen sismógrafos actuales capaces de medir con precisión los movimientos lunares —como sí ocurre en la Tierra—, el equipo recurrió a pistas visibles, como caídas de rocas y pendientes alteradas, que suelen asociarse a eventos sísmicos.
“Tuvimos que leer el paisaje como si fuera una huella digital del movimiento”, explicó Nicholas Schmerr, geofísico de la Universidad de Maryland y coautor del estudio. “Esas cicatrices en el terreno nos cuentan lo que los instrumentos no pueden”.
El análisis indica que terremotos lunares de magnitud cercana a 3.0 se han repetido durante los últimos 90 millones de años en esa zona. Aunque esa magnitud es considerada baja en la Tierra, en un entorno como el lunar —sin atmósfera, sin agua y con menor gravedad— puede generar efectos más severos, especialmente cerca del epicentro.
Más preocupante aún, los científicos creen que la falla Lee-Lincoln podría seguir activa. Y no está sola: existen miles de fallas similares en toda la Luna. El informe alerta que la distribución global de estas fallas jóvenes y su posible evolución deben ser tenidas en cuenta al diseñar infraestructuras lunares estables.
Thomas Watters, investigador del Instituto Smithsonian y también coautor del estudio, advierte: “No se puede planear un asentamiento lunar sin considerar estos riesgos”. Según sus cálculos, hay una posibilidad entre 20 millones de que ocurra un sismo potencialmente dañino cerca de una falla activa en un solo día. Puede parecer poco, pero para misiones que durarían años, el riesgo se vuelve más tangible.
“En un día, la probabilidad es minúscula. Pero si hablamos de una base instalada por una década, ya estamos hablando de una en 5.500”, explicó Schmerr. “Es el tipo de estadística que convierte una rareza en un riesgo real”.
El estudio también pone el foco en los nuevos sistemas de alunizaje, como la nave Starship del programa Artemis de la NASA, diseñada para establecer una presencia humana sostenida en la Luna. Estructuras más altas o con mayor relación de aspecto serían especialmente vulnerables a las sacudidas sísmicas lunares, lo que obliga a repensar diseños y materiales.
Mientras la NASA avanza con sus planes de colonización lunar, este tipo de investigaciones son cruciales. Porque en la Luna, hasta el más leve crujido del suelo puede tener consecuencias fuera de este mundo. con Datos de Europa Press.