Estudio revela exclusión y violencia simbólica hacia trabajadores sexuales masculinos
SANTO DOMINGO. — Detrás del imaginario turístico de playas, fiestas y promesas tropicales, hay una historia que rara vez se cuenta: la de los trabajadores sexuales masculinos de Boca Chica, conocidos popularmente como sanky panky, víctimas de exclusión y violencia simbólica.
La compleja realidad marcada por exclusión, racismo estructural y violencias múltiples fue documentada por la investigadora Sheila Báez, doctora en Ciencias Sociales por el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC).
En su tesis, Báez se adentra en las condiciones de vida de estos hombres afrodescendientes que, en un entorno turístico y desigual, sobreviven entre la precariedad, la criminalización y la invisibilidad.
El trabajo parte de una mirada crítica y humanizante, sustentada en el Modelo de Determinación Social de la Salud (DSS), para dejar claro que aquí no se trata solo de sexo, sino de derechos humanos.
“El sistema los margina, los criminaliza y los expone a una violencia constante”, advierte la investigadora. En sus entrevistas con trabajadores sexuales, turistas, policías de POLITUR y comerciantes locales, encontró patrones claros de exclusión: dificultades para acceder a servicios de salud, estigma racial, y una economía informal sin ninguna red de protección.
Pero las heridas no son solo físicas o materiales. En las redes sociales, donde el morbo y la burla son moneda corriente, se refuerzan estereotipos que hipersexualizan y deshumanizan a los sanky panky.
Báez analizó decenas de memes en Facebook donde se reproducen imaginarios racistas que afectan directamente la autoimagen y dignidad de estos hombres.
“La tesis no es solo un trabajo académico; es un acto de escucha y respeto. Las voces de estos hombres, sus estrategias de vida y su resistencia, fueron el alma de mi investigación”, afirmó Báez, quien también es maestra en estudios de género.
Entre sus propuestas, destaca la urgente necesidad de políticas públicas integrales que reconozcan el trabajo sexual como una actividad formal, con derechos laborales y acceso a la seguridad social.
Además, propone programas de salud sexual y mental libres de estigmas, y el fortalecimiento de redes comunitarias desde la sociedad civil.
También insiste en que la academia debe asumir un rol más comprometido: “Necesitamos más producción crítica sobre estas realidades, romper con el silencio institucional y asumir la transformación de las desigualdades raciales como una prioridad”.
Para Báez, este logro académico no es un punto final, sino un nuevo comienzo: “La tesis me cambió. Me conectó con nuevas preguntas y con un compromiso más profundo por producir conocimiento útil, incómodo y necesario para un país que aún no se atreve a mirarse completo en el espejo”.
Su trabajo abre un debate impostergable sobre el racismo, la sexualidad y la exclusión en entornos turísticos. Porque detrás del sol y la arena, también hay vida, cuerpo y derechos humanos que claman por ser vistos.