La lucha por el poder ya no consiste únicamente en ganar argumentos, sino en diseñar percepciones.
Santo Domingo.- (1ra parte) En el teatro de la política contemporánea, las batallas ya no se libran exclusivamente en las plazas públicas o en los debates televisados. El verdadero conflicto se ha desplazado a un terreno más íntimo y decisivo: el campo de batalla sináptico del cerebro humano. La lucha por el poder ya no consiste únicamente en ganar argumentos, sino en diseñar percepciones, en esculpir realidades y en reclutar la maquinaria neuronal del votante. Pocos han comprendido y ejecutado esta nueva forma de guerra con la maestría de los estrategas de campaña —entre ellos, se señala al brasileño João Santana— de los gobiernos de Danilo Medina. El trabajo de campaña diseñado para estos gobiernos no fue simple marketing político; fue una exhibición de psico-ingeniería de alta precisión, una disección calculada de la mente colectiva para redirigir sus conductas a favor de un objetivo político claro.
Desde nuestra perspectiva como analistas de la neuro-retórica, el análisis de las campañas implementadas por estos gobiernos revela una arquitectura de la persuasión de múltiples capas, donde los principios conductistas clásicos actuaron como cimientos para una sofisticada superestructura de manipulación neurocognitiva. Si se analizan cuidadosamente las campañas desplegadas por aquellos gobiernos se podrá entender la gramática oculta de los métodos utilizados en las operaciones de construcción o demolición de imagen.
CREANDO REALIDADES: LA ILUSIÓN DE EFICACIA EN LA CAMPAÑA VIAL
Una de las estrategias más sutiles y eficaces de construcción de imagen realizados para el gobierno de Danilo fue aquella que se desplegó durante la campaña electoral 2016 mediante la cual se buscó posicionar al presidente como un ejecutor eficiente a través de la narrativa de la construcción de "10,000 km de calles y carreteras". El punto de arranque de la implementación de aquella estrategia fue el propio discurso de Danilo 31 de enero del 2016 en el que afirmaba enfáticamente haber construido “Miles de kilómetros de carreteras, puentes, elevados y autopistas en todo el territorio nacional, no se pueden ocultar”.
A partir de entonces el Gobierno de Danilo Medina acaparó todos los canales y medios de información de impacto (radio, televisión, redes sociales, prensa, medios exteriores, etc.) para implantar en el cerebro de los electores su imagen de gran constructor. El mensaje de los anuncios era simple y basado en datos supuestos: “El gobierno de Danilo Medina ha construido y mejorado más diez mil kilómetros de calles, avenidas, carreteras y caminos vecinales”. Al mismo tiempo que se desplegaba en diversos formatos este mensaje mediático, el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones disponía brigadas de trabajo (obreros, tractores, máquinas de asfalto, etc.) en la mayoría de las intercepciones de alto tráfico del país con la finalidad de facilitar las evidencias a los ciudadanos de lo afirmado en los medios.
El objeto final era claro: eclipsar el aura de Leonel ganada fundamentalmente por sus grandes construcciones, a la vez que se colocaba a Danilo como el mayor constructor de todos los tiempos. Por ello, la estrategia no se basó solo en presentar datos fríos, sino en construir un andamiaje psico-político diseñado para que el cerebro del ciudadano llegara a la conclusión deseada por sí mismo, generando una ilusión de descubrimiento personal que es infinitamente más poderosa que cualquier afirmación directa.
La primera capa de la estrategia es puro conductismo pavloviano. El mecanismo consistió en asociar un estímulo inicialmente neutro —los cruces viales de alto tráfico— con una respuesta emocional positiva. Las brigadas de obreros, trabajando visiblemente en estos puntos estratégicos, actuaron como un estímulo condicionado. Simultáneamente, una campaña masiva en los medios repetía el mensaje de los "10,000 km construidos" (estímulo incondicionado). A través de la repetición, el cerebro del ciudadano comenzó a asociar la visión de cualquier obra pública, por pequeña que fuera, con el grandioso logro anunciado. Cada obrero con un chaleco reflectante se convertía en un micro-refuerzo de la narrativa gubernamental.
Pero esta base conductista era solo el principio. Los estrategas de Danilo instrumentalizaron este condicionamiento para activar una cascada de sesgos neurocognitivos, amplificando exponencialmente susefectos.
Uno de esos sesgos fue el de disponibilidad. En efecto, nuestro cerebro no es un estadístico riguroso; es un contador de anécdotas. Sobreestima la frecuencia de aquello que recuerda con mayor facilidad y viveza. Al colocar las brigadas en los puntos de mayor congestión vehicular y visibilidad, los mercadólogos de Danilo se aseguraron de que la "evidencia" de la obra gubernamental fuera una experiencia diaria, vívida y recurrente para miles de conductores. Estas anécdotas visuales, neurológicamente "disponibles", llevaron al cerebro a cometer un error de inferencia inducida: sobrevalorar la magnitud de la obra real, generalizando la actividad de unos pocos cruces a la totalidad de los 10,000 km mediáticamente promovidos.
Con la repetición, la madre de la credibilidad neuronal, se explotó de manera magistral a favor del Gobierno una de las vulnerabilidades de nuestro cerebro más recurridas por los políticos de todos los tiempos: la disposición de nuestro cerebro a dar por sentado lo que percibe de manerareiterada. Es lo que se denomina en ingles Illusory TruthEffect (El Efecto de Verdad Ilusoria). Se ha verificado que la corteza prefrontal medial, implicada en la evaluación de la veracidad, tiende a confundir la familiaridad con la certeza. El bombardeo constante del eslogan en todos los canales, sumado a la "confirmación" visual de las brigadas, creó un ecosistema de coherencia artificial. El cerebro, en su búsqueda de atajos, favorece la fluidez de procesamiento: un mensaje simple ("10,000 km") que parece ser validado por la realidad observable, es más fácil de procesar y, por tanto, se percibe como más verdadero, anulando el escepticismo y la carga cognitiva que implicaría una verificación rigurosa.
Pero no solo eso, la estrategia exploto la ceguera por inatención (Inattentional Blindness) del cerebro. Al focalizar la atención del público en el "espectáculo" tangible de las brigadas en acción, la campaña inducía una forma de ceguera cognitiva. La pregunta crítica —"¿Están estos obreros realmente conectados a la gran obra anunciada?"— quedaba deshabilitada. El cerebro, satisfecho con la aparente congruencia entre el anuncio y la evidencia visual, no invertía recursos en analizar los detalles contradictorios o la falta de una conexión causal directa.
El resultado fue una obra maestra de la percepción: una ilusión de eficacia donde la anécdota se transformó en dato, la repetición en verdad y la visibilidad en omnipresencia.
Isidro Tejada es politólogo.