Las versiones del conflicto entre Tailandia y Camboya son contradictorias mientras un cese al fuego se diluye.
El conflicto fronterizo entre Tailandia y Camboya se intensifica mientras los intentos de mediación regional se estancan. Un alto el fuego propuesto por Malasia ha sido rechazado por Tailandia, a pesar de su aceptación inicial. La situación en la zona de combate es confusa, con ambos países reportando victorias y acusaciones mutuas de violaciones a la soberanía y crímenes de guerra.
El alto el fuego, una propuesta caída en saco roto
El primer ministro de Camboya, Hun Manet, reveló que su país aceptó la propuesta de alto el fuego de su homólogo malasio, Anwar Ibrahim, en un intento por detener los enfrentamientos. Sin embargo, Tailandia ha cambiado de opinión, retirando su apoyo inicial al plan apenas una hora después de haberlo acordado con el primer ministro malasio.
En una publicación en Facebook, Hun Manet responsabilizó directamente a Tailandia: "La clave para resolver el actual conflicto armado… es la genuina buena voluntad de la parte tailandesa al aceptar un alto el fuego". El primer ministro camboyano subrayó que su país no fue el iniciador de las hostilidades y reiteró su disposición a un cese inmediato de los combates. Anwar Ibrahim, en su rol como presidente de turno de la ASEAN, intenta sin éxito mediar en una crisis que amenaza la estabilidad regional.
Las versiones del conflicto, diametralmente opuestas
Los informes de ambos bandos sobre el desarrollo de los enfrentamientos son dramáticamente distintos.
Desde Tailandia, el Comando del 2.º Ejército reportó enfrentamientos en las provincias de Buriram, Surin, Sisaket y Ubon Ratchathani. En su resumen de operaciones, aseguran haber causado graves daños al bando camboyano, destacando la muerte de 100 soldados camboyanos en la zona conocida como "Phu Phi". El comunicado tailandés describe una estrategia camboyana de ataques de infantería y fuego de apoyo en múltiples puntos fronterizos, incluyendo Prasat Ta Muen y Wat Phra Kaew. La versión de Tailandia se centra en la defensa exitosa de sus posiciones y la neutralización de las ofensivas enemigas.
Por su parte, Camboya ofrece una perspectiva completamente diferente. El portavoz del Ministerio de Defensa, el teniente general Maly Socheata, acusó a Tailandia de ataques en siete puntos distintos y del uso ilegal de bombas de racimo, lo que califica como una grave violación del derecho internacional. En una rueda de prensa, detalló una serie de ataques que ocurrieron desde la madrugada del 25 de julio, en los que el ejército tailandés habría utilizado artillería pesada y aviones F16.
El gobierno camboyano afirma que el uso de bombas de racimo no solo demuestra "la crueldad e inhumanidad de Tailandia", sino que también representa una amenaza a largo plazo para civiles y el medio ambiente. Estos actos, según el portavoz, constituyen crímenes de guerra y un total desprecio por el derecho internacional humanitario.
Mientras las fuerzas armadas de ambos países se acusan mutuamente y el alto el fuego parece más lejano que nunca, el número de personas desplazadas sigue creciendo. Las autoridades camboyanas reportaron la evacuación de más de 63,000 civiles de las zonas de riesgo. La guerra de información y los enfrentamientos en el terreno continúan, sin un claro horizonte para la resolución de la crisis.