Al menos once civiles muertos tras un choque militar no declarado
Un nuevo brote de violencia sacude la frontera entre Tailandia y Camboya. En la madrugada del jueves, unidades militares de ambos países intercambiaron fuego en una zona en disputa, con acusaciones cruzadas y una creciente tensión diplomática que amenaza con escalar aún más.
Según fuentes oficiales de ambos gobiernos, el enfrentamiento comenzó con disparos cuyo origen sigue siendo objeto de discusión. Tanto Bangkok como Nom Pen aseguran que fue la otra parte quien disparó primero.
El primer ministro interino de Tailandia, Phumtham Wechayachai, descartó cualquier intento de diálogo con Camboya mientras continúen los combates. En declaraciones a la prensa, subrayó que, aunque aún no hay una declaración de guerra formal, la situación es crítica. “No es una guerra, son combates”, insistió, al tiempo que recalcó que Camboya fue quien inició los ataques.
Phumtham denunció el uso de “armamento pesado” por parte de las tropas camboyanas, acusándolas de atacar sin un objetivo definido. Entre las víctimas, al menos once civiles tailandeses han muerto, incluidos varios menores. Algunos de los ataques alcanzaron infraestructuras sensibles como una gasolinera y un hospital en el este del país, algo que Tailandia no ha dudado en calificar como un posible “crimen de guerra”.
“Las fuerzas armadas tienen autorización para responder con las medidas necesarias. Aunque tratamos de seguir el Derecho Internacional, no siempre hay tiempo para permisos en situaciones tan complejas”, señaló el primer ministro tailandés.
En paralelo, Tailandia activó evacuaciones en las zonas más expuestas. El Gobierno ha prometido apoyo para las familias afectadas y ya ha elevado una queja formal ante Naciones Unidas. Camboya, por su parte, también se dirigió al Consejo de Seguridad para presentar su versión de los hechos.
La respuesta desde Nom Pen no se hizo esperar. Maly Socheata, portavoz del Ministerio de Defensa camboyano, aseguró que sus tropas fueron atacadas en ocho posiciones distintas y que actuaron en “legítima defensa”. Según declaró, Camboya mantiene el control del templo de Ta Krabey y del área de Mom Bei, enclaves estratégicos en la zona de conflicto.
“El Ejército camboyano ha respondido únicamente contra objetivos militares”, afirmó Socheata, descartando intenciones ofensivas más amplias. Aun así, no ofreció cifras sobre posibles víctimas civiles provocadas por los ataques tailandeses.
El primer ministro camboyano, Hun Manet, hizo un llamado a la calma. A través de un mensaje en redes sociales, pidió a la población que evite represalias contra ciudadanos tailandeses o instalaciones diplomáticas. “Debemos mantener la moralidad y la dignidad”, escribió.
La raíz de esta nueva escalada está en un episodio ocurrido el 28 de mayo, cuando un soldado camboyano murió a manos de tropas tailandesas cerca del templo de Preah Vihear, una zona históricamente disputada. Desde entonces, los intentos de desescalar la situación han fracasado.
Hoy, la frontera entre ambos países vuelve a estar en el centro de las miradas internacionales. La tensión crece y, aunque nadie quiere llamarlo guerra, los muertos ya suman y las heridas políticas parecen lejos de cerrar.