Todos hablan de la CORRUPCION reinante en el país y más allá. Todos.
Pero esa serpiente venenosa continúa su andar, sin respetar tiempo, zonas ni leyes que sancionen a sus patrocinadores.
La CORRUPCIÓN lo envenena todo, lo descompone todo, lo afecta todo, incluyendo a todos los seres humanos.
Aunque algunos se salen con las suyas y se aprovechan del fisco y de debilidades humanas, al final de cuentas sus esposas, sus hijos y hasta sus padres, pagan las consecuencias cuando son detenidos y juzgados. Aunque no sean finalmente condenados severamente, porque la Justicia no actúe con rapidez y valentía. La sociedad los condena, inexorablemente.
Desde hace tiempo y durante varios gobiernos, sabemos que la CORRUPCIÓN campea por sus fueros en diversas instituciones públicas, con la participación de sectores privados, todo por alcanzar mayores beneficios económicos.
Como si nadie temiera a nada, ni le importara el INRI sobre sus familiares queridos cuando se descubren anomalías.
Ahora estamos en campaña para continuar tras los civiles y militares corruptos, en una sociedad díscola y desorganizada que, sin embargo, espera por sanciones ejemplares.
El presidente Abinader y los titulares del Congreso y de la Justicia deberían enfocarse diariamente en el combate a la malvada CORRUPCIÓN, sin importar quién caiga.
Sin olvidar, por supuesto, el principal problema del país: Haití y sus ciudadanos sin papeles, que ahora hasta desean se les permita participar en nuestras actividades políticas.
Algo horrendo, aborrecible e inaudito de parte de ciudadanos que todavía no AGRADECEN todo lo que ha hecho nuestro país por ellos y por su territorio. Por Luis Fernández