Por Víctor De Los Santos
Máster en contaminación ambiental y contaminación. Inundaciones súbitas, lluvias desbordadas en pocas horas y estaciones cada vez más impredecibles revelan que el ciclo del agua está cambiando. La ciencia tiene explicaciones, y también advertencias.

Las lluvias ya no son como antes
En muchas regiones del planeta, desde la colina Hill Country en Texas hasta pueblos del sur de España, pasando por diversas regiones (Puerto Plata, Moca, Gran Santo Domingo, entre otras) de República Dominicana, estamos viendo un mismo patrón: en 2 o 3 horas caen lluvias que antes ocurrían en un mes o más. Estas precipitaciones desbordadas causan inundaciones, pérdidas humanas y materiales, alterando profundamente la vida cotidiana.
Estos eventos no son simples coincidencias. Son parte de una alteración profunda del ciclo global de las precipitaciones, y la ciencia lo atribuye principalmente al cambio climático.
Un aire más caliente, una atmósfera más cargada
El calentamiento global provocado por las actividades humanas —como el uso masivo de combustibles fósiles, la deforestación y la urbanización— está elevando la temperatura promedio del planeta. Este aumento tiene un efecto directo: el aire más caliente puede retener más vapor de agua. Por cada grado Celsius adicional, el aire puede contener hasta un 7 % más de humedad. Esto significa que las nubes, al condensarse, liberan lluvias más intensas en menos tiempo. Lluvias de una estación completa pueden caer en una sola madrugada.
Cambios en la atmósfera que agravan la situación
El clima mundial también está sufriendo alteraciones en sus patrones de circulación. Corrientes de viento como el jet stream se han vuelto más lentas y erráticas, lo que permite que tormentas y sistemas de lluvia queden “atascados” sobre una zona durante horas o días.
También, fenómenos como El Niño y La Niña, que influyen en el clima de América Latina y el Caribe, están mostrando comportamientos inusuales, y eso contribuye a los extremos de sequía o lluvias en la región.
Las ciudades: un riesgo adicional
En entornos urbanos como Santo Domingo, Santiago o La Vega, el riesgo se multiplica. Las superficies impermeables —calles, techos, aceras— impiden que el agua se infiltre al subsuelo. Así, el agua corre rápido y sin control, colapsando sistemas de drenaje, llenando cañadas y provocando crecidas violentas. Sumado a esto, la deforestación en cuencas altas, la ocupación de zonas de riesgo y la falta de planificación territorial hacen que las lluvias extremas se conviertan en desastres.
Lo que dicen los expertos
El último informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) advierte que, si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, los eventos de lluvias extremas seguirán aumentando. Esto implicaría:
• Inundaciones más frecuentes.
• Sequías prolongadas entre lluvias.
• Mayor desigualdad hídrica entre regiones.
¿Y qué podemos hacer desde República Dominicana?
Nuestro país es especialmente vulnerable. Lluvias extremas han dejado comunidades aisladas, cosechas arruinadas y vidas truncadas. Debemos actuar desde todos los niveles:
• Promover infraestructura resiliente al clima (drenaje, retención de agua, manejo de cuencas).
• Detener la deforestación y restaurar los ecosistemas reguladores del agua.
• Fortalecer los sistemas de alerta temprana y educación ambiental.
• Invertir en planificación urbana y rural adaptada al nuevo clima.
En conclusión, las lluvias están cambiando, y no es una exageración. Es una realidad que nos desafía a adaptarnos con urgencia. No podemos seguir viendo las inundaciones como simples fenómenos naturales. Son, en gran medida, consecuencia de nuestras acciones sobre el clima y el territorio.
El ciclo del agua está respondiendo a un planeta que hemos calentado. Comprender esto es el primer paso para proteger nuestras ciudades, campos y comunidades.