La base trumpista se siente traicionada; acusan encubrimiento
El carpetazo al caso Epstein ha abierto una grieta peligrosa dentro del movimiento que sostiene a Donald Trump. Lo que durante años fue terreno fértil para teorías conspirativas, listas secretas, y promesas de justicia, se ha cerrado con un informe oficial del FBI y del Departamento de Justicia que, lejos de ofrecer respuestas, niega casi todo lo que el mundo MAGA y los círculos de QAnon esperaban.
Para muchos seguidores de Trump, este cierre es una traición. El informe descarta la existencia de una supuesta lista de “clientes poderosos” de Jeffrey Epstein, rechaza que haya pruebas de chantajes grabados en video y reafirma que Epstein murió por suicidio en prisión. Nada de redes secretas, ni nombres reveladores, ni conspiraciones confirmadas. Solo un archivo frío y oficial que muchos consideran un encubrimiento.
Trump, incómodo y a la defensiva
Trump no ha logrado esquivar del todo el tema. Cuando la prensa preguntó por la decisión, respondió visiblemente irritado: “¿Todavía estamos hablando de ese tipo, de ese asqueroso? Es increíble”. En la misma rueda de prensa, la fiscal general Pam Bondi fue cuestionada por su papel en la investigación y su promesa, meses atrás, de que tenía en su poder la famosa lista con nombres de los asistentes a las fiestas de Epstein.
En febrero, Bondi había convocado incluso a un grupo selecto de influencers de derecha en la Casa Blanca para entregarles un supuesto dosier con información sensible. Todo apuntaba a que estaban a punto de soltar una bomba mediática. Pero nada de eso ocurrió. El dosier resultó un bluff, y la decepción se transformó en desconfianza.
Las bases se rebelan
Figuras del movimiento MAGA han pasado del apoyo ciego a la crítica abierta. Robby Starbuck calificó el informe como “un insulto a la inteligencia” y se preguntó si Bondi había mentido antes o está mintiendo ahora. Laura Loomer la acusó directamente de engañar al público. Jack Posobiec, aunque más prudente, lamentó lo que llamó una “gestión desastrosa del caso Epstein”. Otros fueron más allá, sugiriendo que la administración Trump está encubriendo a “abusadores de menores”.
La frustración no es solo por el archivo del caso. Es también por lo que simboliza: un quiebre entre el relato construido durante años y la realidad oficial que ahora niega todo. En ese terreno, Elon Musk aprovechó para alimentar aún más las sospechas, asegurando que el Gobierno no ha publicado los verdaderos archivos porque Trump aparece en ellos. “Voy a soltar la gran bomba”, amenazó en redes.
Un legado incómodo
El caso Epstein había sido convertido en un eje narrativo de la derecha más radical: la promesa de que todo el sistema sería desenmascarado, de que caerían nombres poderosos, desde Hollywood hasta Washington. QAnon lo convirtió en símbolo de una guerra secreta contra la élite global. Y Trump, aunque nunca lo dijo directamente, permitió que esas ideas circularan en su órbita.
Ahora, con el archivo oficial del caso, las opciones para estos grupos se reducen: aceptar que han estado equivocados durante años o convencerse de que el encubrimiento incluye también al propio Trump y a su gente.
En este nuevo escenario, el expresidente queda en una posición delicada. Si se desmarca, perderá parte de su base más fiel. Si intenta recuperar su confianza, tendrá que desmentir a su propia administración. Como advirtió el activista Mike Cernovich, “esto formará parte de su legado” si no hace algo.
¿Y ahora qué?
Todo indica que el archivo del caso no cerrará realmente el capítulo Epstein. En la mente de muchos seguidores del movimiento MAGA, el informe oficial no es más que una pantalla. La falta de revelaciones y el silencio sobre ciertos nombres refuerzan la idea de un encubrimiento.
Pero la fractura ya está hecha. La base conspirativa que alguna vez vio en Trump al salvador ahora empieza a preguntarse si también forma parte del problema. Y ese, para un candidato que busca volver a la Casa Blanca, es un fuego difícil de apagar.
