Dos candidatos emergen en el frío extremo del sistema solar. Telescopio japonés Akari reabre el misterio
Un equipo internacional de astrónomos, liderado por Amos Chen de la Universidad Nacional Tsing Hua, ha identificado dos posibles candidatos del enigmático Planeta Nueve, una hipotética y gigantesca masa que, de existir, orbitaría los confines del Sistema Solar a distancias descomunales del Sol.
Esta vez, los científicos cambiaron la estrategia tradicional de búsqueda, priorizando la señal térmica —el calor natural emitido— en lugar de la tenue luz solar reflejada.
El hallazgo se basa en datos del telescopio espacial japonés AKARI, que realizó uno de los sondeos más completos del cielo en luz infrarroja lejana, el espectro ideal para detectar cuerpos fríos y distantes como el Planeta Nueve.
La investigación fue publicada recientemente en el repositorio científico arXiv, y aunque no se trata aún de una confirmación, abre una pista más concreta que nunca.
La clave: seguir el calor, no la luz reflejada
El Planeta Nueve, si existe, tendría entre 5 y 10 veces la masa de la Tierra y orbitaría entre 400 y 800 unidades astronómicas del Sol (una unidad equivale a la distancia de la Tierra al Sol). A esa distancia, la luz reflejada sería 16 veces más débil, haciendo casi imposible su detección con telescopios ópticos.
En cambio, la radiación térmica que emiten todos los cuerpos —incluso los más fríos— se reduce mucho menos con la distancia: solo 4 veces al duplicarla. Esta propiedad física convirtió a AKARI, libre de interferencias atmosféricas por operar en el espacio, en una herramienta ideal para explorar regiones remotas más allá del Cinturón de Kuiper.
El equipo enfocó su búsqueda en zonas clave del cielo donde simulaciones orbitales predicen que podría esconderse el Planeta Nueve, analizando patrones de movimiento en comparación con las imágenes de diferentes momentos.
Candidatos coinciden con modelos de comportamiento orbital
Para distinguir los objetos relevantes de millones de estrellas, galaxias y ruido cósmico, los científicos adoptaron una táctica ingeniosa: buscar cuerpos que parezcan inmóviles en un solo día pero que muestren movimiento tras semanas o meses, una señal de un planeta extremadamente lejano. Este método permitió filtrar señales falsas y concentrarse en objetos potencialmente reales.
De esta forma, identificaron dos candidatos con comportamiento y emisión térmica compatibles con lo que predicen los modelos del Planeta Nueve. Ambos coinciden además con las ubicaciones previstas por simulaciones basadas en las órbitas alteradas de objetos transneptunianos, una de las principales pistas indirectas de su existencia.
Aunque aún falta confirmación por telescopios más potentes y observaciones adicionales, este hallazgo representa el avance más alentador en una década de búsqueda. Si alguno de estos candidatos resulta ser el verdadero Planeta Nueve, nuestra visión del Sistema Solar y su historia cambiaría radicalmente, ampliando el mapa de nuestro vecindario cósmico y redefiniendo los límites del Sol.