El miedo a la deportación vacía iglesias, restaurantes y plazas públicas: dominicanos perseguidos por su acento
Nueva York.- Las risas se han apagado. Los cuchillos de cocina ya no cortan aguacates con la misma tranquilidad, y los juegos de dominó en la Plaza Antonio R. Barceló suenan a desolación. Lo que era un barrio vibrante y obrero, epicentro de la comunidad dominicana en San Juan, se ha convertido en un territorio de vigilancia, miedo y detenciones.
Juan Vega Paredes, ahora conocido como el hombre de los aguacates, representa la nueva normalidad: un migrante sin papeles, arrestado mientras hacía algo tan cotidiano como comprar comida para su esposa. “Pensé: esto es culpa de Trump”, recuerda con una mezcla de resignación y rabia. Fue uno de los 500 dominicanos arrestados por ICE desde que Donald Trump retomó el poder en enero, una cifra que sacude el alma de Barrio Obrero.
El arresto ocurrió una mañana cualquiera, pero cambió su vida. Lo sacaron del barrio en el que trabajaba construyendo casas, para encerrarlo primero en el infame Centro de Detención Krome en Miami, luego en una prisión federal. Aunque ahora está libre bajo una fianza de 10 mil dólares, su destino es incierto. Su próximo juicio migratorio será en julio.
Una comunidad paralizada por el miedo, sin garantías legales
Barrio Obrero es ahora un pueblo fantasma en pleno corazón de San Juan. Iglesias vacías, restaurantes sin clientes, peluqueros desaparecidos y pescadores esposados. Ni siquiera los ciudadanos legales dominicanos se sienten seguros. Digna Gómez, vecina del “hombre de los aguacates”, carga siempre sus documentos por si acaso. “Ahora nadie sale sin papeles. El ICE no pregunta mucho, sólo actúa”.
Las redadas tienen una precisión quirúrgica: las mismas calles, las mismas iglesias, los mismos rostros dominicanos. Para Annette Martínez-Orabona, directora de la ACLU en Puerto Rico, esto es un castigo colectivo: “No hay razón para repetir operativos en el mismo sitio. Esto es criminalización pura”.
La respuesta no se ha hecho esperar. Una alianza de abogados, médicos y activistas se moviliza para asistir a una comunidad paralizada. “No violaremos la ley, pero vamos a proteger vidas”, dijo el Dr. Carlos Díaz Vélez, presidente de la Asociación de Médicos y Cirujanos.
El barrio obrero resiste entre lágrimas, juegos y rabia contenida
En la Plaza Antonio R. Barceló, aún se reúnen algunos a jugar dominó. Susana Rosario, barrendera de la ciudad, se sienta cada día con los ojos vigilantes. Tiene papeles, pero no olvida el terror de su pasado indocumentado. “Apenas se ve gente por ahí”, lamenta. La sombra de las redadas cubre cada esquina, cada conversación, cada paso.
Hace unos días, la encontraron llorando. “Se llevaron a mis dos vecinos, buenos muchachos, trabajadores”. Las detenciones ya no distinguen entre el que delinque y el que barre las calles al amanecer.
Las historias de Vega Paredes y Rosario resumen el drama de una comunidad que vino a buscar oportunidades y ahora vive bajo asedio. En el corazón del Caribe estadounidense, ser dominicano es, para muchos, suficiente para vivir con miedo.
Barrio Obrero resiste, pero las redadas siguen. El silencio crece. Y el aguacate, símbolo de vida cotidiana, se ha convertido en el amargo recuerdo del día en que todo cambió.
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