Hipertensión y diabetes sin control provocan infartos oculares con riesgo de ceguera
Santo Domingo. – Los ojos no mienten: cuando el cuerpo falla, ellos pagan la factura. El oftalmólogo Remberto Escoto, director de la Fundación Nacional de Ciencias Visuales, alerta que la hipertensión, la diabetes y otras patologías vasculares como la artritis reumatoide o el lupus pueden desencadenar infartos oculares muchas veces asintomáticos. El resultado, si no hay control médico, puede ser una ceguera total.
“Los infartos oculares aparecen sin aviso; si el centro de la mirada no se afecta, el paciente ni lo nota”, explicó Escoto al periodista Federico Méndez en el programa Esferas de Poder.
El especialista define a la diabetes como “la reina de estas emergencias oftalmológicas”. Advierte que cualquier enfermedad inflamatoria u obstructiva de los vasos sanguíneos, incluida la tuberculosis (causante de uveítis), compromete la visión si no se diagnostica a tiempo.
De la presbicia a la catarata: la ruta natural del envejecimiento
A los 40 años –añade Escoto– llega la primera señal: la presbicia. Unos lentes de “cero cincuenta” bastan para leer; a los 60, la cifra sube a tres dioptrías. A partir de los 65, la catarata cambia nuevamente la refracción. “Es un proceso normal, pero exige revisiones periódicas”, subraya.
No solo las enfermedades internas amenazan la vista. Las nubes del polvo del Sahara disparan el lagrimeo y el picor: basta una lágrima artificial para lubricar la superficie ocular. En primavera, los alérgenos multiplican las consultas por irritación.
Según Escoto, la demanda principal en oftalmología sigue siendo la de espejuelos para mejorar la agudeza visual, pero la prevención de males mayores debe ser prioritaria.
La receta: control y revisiones
El mensaje del experto es contundente: control médico riguroso, dieta adecuada y monitoreo permanente de la presión arterial y la glucemia.
Solo así se cortará el camino hacia la oscuridad. Porque, como enfatiza Escoto, “los ojos pueden enfermar por cualquier dolencia que padezca la persona”. Y en esa verdad se juega la luz –o la sombra– del futuro.