Una de cada cinco mujeres se ausenta del trabajo o la escuela por menstruar
Santo Domingo. Yuleisy Pérez, una adolescente dominicana, evita ir a la escuela cuando menstrúa. No por dolor, sino por miedo: al estigma, a la burla, a que alguien descubra “su secreto”. Su historia no es única. Es la realidad de muchas niñas y mujeres que, cada mes, enfrentan una barrera invisible pero poderosa: la vergüenza de menstruar.

En el marco del Día Mundial por un Mundo Amigable con la Menstruación, conmemorado cada 28 de mayo, UNICEF República Dominicana alza la voz: el 21.9 % de las mujeres en edad reproductiva se ausentan de clases, trabajo o eventos sociales durante su menstruación. No es casual. Es el resultado de décadas de silencio, mitos y abandono institucional.
La menstruación, un proceso natural, sigue siendo tratada como algo vergonzoso. En muchos centros educativos, no hay baños adecuados, agua potable ni privacidad. En comunidades vulnerables, muchas niñas usan trapos viejos, papel higiénico o incluso periódicos porque no pueden pagar productos menstruales. El miedo a “mancharse” o ser blanco de burlas lleva a la deserción escolar, refuerza la desigualdad y daña la autoestima.
El informe de UNICEF y la ONE, respaldado por estudios como el SITAN 2023-2024, es claro: en regiones como Cibao Norte y Yuma, hasta el 29 % de las mujeres se ausentan por menstruar. Esto no solo es un problema de salud e higiene. Es un asunto de derechos humanos, equidad de género y dignidad.
La pobreza menstrual no solo limita el acceso a productos. También encierra a las niñas en una prisión de desinformación. Mitos como “no se puede bañar”, “no se deben tocar bebés” o “el frío sube al cuerpo si te sientas en el suelo” son comunes en la cultura dominicana. Estas ideas, transmitidas de generación en generación, aíslan a quienes menstrúan, afectan su salud mental y perpetúan la exclusión.
Sin embargo, hay avances. El Ministerio de Educación anunció el cambio de uniforme escolar para el año lectivo 2024-2025, una medida pensada para ofrecer mayor seguridad y comodidad a las adolescentes durante su ciclo. Y recientemente, la Cámara de Diputados aprobó una resolución para distribuir kits menstruales gratuitos en escuelas públicas. Aunque no es vinculante, la propuesta señala un cambio de perspectiva: la menstruación entra por fin en la agenda pública.
UNICEF también promueve charlas educativas, campañas en redes sociales, y alianzas con entidades como la Cruz Roja y Defensa Civil para distribuir productos como copas menstruales, acompañados de formación segura y culturalmente adecuada. Su mensaje es contundente: hablar de menstruación no debe ser tabú. Debe ser parte del currículo escolar, de la política pública y del discurso social.
La inclusión de niños y adolescentes varones en estos procesos también es clave. Entender que menstruar es parte de la vida contribuye a eliminar el acoso, fomentar el respeto y construir escuelas inclusivas. Porque el silencio solo protege a los prejuicios.
Carlos Carrera, representante de UNICEF en el país, lo resume con claridad: “La menstruación no debe ser un obstáculo para la educación, la participación y el bienestar. Es momento de construir un país donde cada niña y adolescente pueda vivir este proceso natural con dignidad, seguridad y libertad”.
El camino aún es largo. Pero cada historia como la de Yuleisy, cada uniforme cambiado, cada mito derribado y cada campaña educativa son pasos hacia un país más justo. Porque menstruar no debería doler más de lo que ya duele. Y porque callar no es opción cuando está en juego el derecho a vivir sin barreras.