El periodismo ético no es una suma de buenas intenciones individuales.
Con los años de ejercicio, he advertido que en el debate sobre la ética periodística, suele cometerse un error de perspectiva: asumir que se trata de una cuestión exclusiva del periodista. Esta visión es incompleta y, en muchos casos, ingenua. La ética en el periodismo no puede sostenerse únicamente desde la conciencia individual de quien redacta o reporta. Requiere una estructura institucional que la respalde. Es, en esencia, una responsabilidad compartida.
Un periodista puede apegarse rigurosamente a los principios deontológicos, actuar con integridad personal y profesional, pero si trabaja en un medio cuya dirección promueve agendas ocultas, manipula la información o no garantiza condiciones laborales dignas, ese esfuerzo individual queda desvirtuado. Lo mismo ocurre en sentido contrario: de poco sirve que los dueños de un medio adopten un código de ética empresarial si el equipo de redacción no lo asume como norma vinculante.
El periodismo ético no es una suma de buenas intenciones individuales. Es un resultado colectivo. Es una práctica profesional que depende tanto de la voluntad del periodista como del compromiso institucional del medio que lo emplea. Los propietarios de medios, por tanto, no pueden lavarse las manos. Deben ser los primeros en garantizar un entorno que permita la práctica ética: desde establecer y respetar un código de conducta, hasta ofrecer salarios justos, proteger la independencia editorial y resistir presiones externas.
En República Dominicana, donde los intereses políticos y económicos suelen estar entrelazados con muchos medios de comunicación, esta reflexión cobra aún mayor relevancia. La agenda informativa de un medio —lo que se decide cubrir, cómo se cuenta, qué se omite— se define muchas veces en mesas de trabajo donde confluyen intereses que no siempre responden al bien común. Allí comienza, o se traiciona, la ética periodística.
La elaboración de una noticia no es un proceso neutral. Desde la selección del hecho hasta la forma en que se presenta al público, intervienen múltiples factores: sensibilidades personales, presiones empresariales, urgencias políticas. En cada etapa debería operar una brújula ética. Sin embargo, esto solo es posible si hay una cultura organizacional que lo permita, lo exija y lo valore.
Como periodistas, hemos contribuido a difundir la idea de que el buen periodismo depende únicamente de nosotros. Es cierto que tenemos una cuota crucial de responsabilidad, pero no somos los únicos actores. La sociedad también tiene un rol, exigiendo medios responsables. Los anunciantes, cuestionando prácticas corruptas. Y, especialmente, los propietarios de medios, promoviendo entornos donde el periodismo pueda hacerse con dignidad y sin miedo.
El periodismo ético no es un lujo ni una aspiración idealista. Es una necesidad para la democracia. Y como toda necesidad colectiva, su cumplimiento exige compromiso colectivo.
Sobre el autor: Periodista, fundador y director de DiarioDigitalRD, ex presidente del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP) y de la Asociación de Cronistas de Arte (Acroarte) y otros organizaciones. Contacto: [email protected], [email protected]