En días previos se dijo que la convocatoria de Abinader fue para conformar espacios de trabajo conjunto y bilateral entre los cuatro participantes.
A tono con la realidad del momento, el pasado miércoles estuve muy atento a los resultados de la reunión del presidente Luis Abinader con los expresidentes Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina en uno de los salones del Ministerio de Defensa.
El tema a tratar, la creciente crisis en Haití y su impacto en la seguridad nacional.
Todos, los de allá y quienes residimos en el exterior, estábamos interesados en conocer los acuerdos a que se llegó en esa cumbre que creó altas expectativas.
Eso nos obligó a pensar que algo grande estaba sucediendo o iba a suceder en Haití o con los miles de haitianos indocumentados que se han establecido en toda la nación y que impunemente siguen ingresando al territorio nacional.
Sin embargo, todo indica que lo que se divulgó como nota oficial de lo que se trató con mucho hermetismo en esa reunión y que se desarrolló a puerta cerrada no es exactamente lo que allí se trató.
En días previos se dijo que la convocatoria de Abinader fue para conformar espacios de trabajo conjunto y bilateral entre los cuatro participantes, para determinar una política nacional con relación a Haití.
Lo informado sobre lo que trataron en esa reunión a mí no me convenció. Se me hace muy difícil digerirlo para mis interioridades.
Al final del encuentro, el vocero del Gobierno, Homero Figueroa, leyó un documento de los resultados, y entre otras cosas dijo que el Presidente y sus invitados acordaron convocar “formalmente” al Consejo Económico y Social (CES) para discutir acciones concretas frente a la crisis, el estado de la seguridad nacional y cómo afecta a República Dominicana la crisis en Haití.
Siempre he considerado que la masiva entrada ilegal de haitianos al territorio nacional es culpabilidad del presidente Abinader y de los expresidentes que le acompañaron en ese encuentro al permitir la entrada ilegal de miles de haitianos en sus respectivos períodos de gobierno.
Consideré muy oportuna la invitación del Presidente para que entre ellos buscaran una fórmula para resolver esa invasión pacífica, que provoca malestar e incertidumbre entre la sociedad dominicana.
Ilógico era pensar, por improcedente, que esa reunión fuera para encontrar una fórmula para ayudar al gobierno de Haití a resolver el problema de las pandillas que desangra a la nación vecina.
Eso es algo que solo les compete a países extranjeros que se han beneficiado por años del desorden y la ingobernabilidad que reina al oeste de la isla.
Invitar a una cumbre a tres expresidentes “para acordar discutir, aprobar y promover una política exterior unificada y conjunta sobre las implicaciones de la situación haitiana”, no encaja ante las intenciones y supuestos planes revelados por gobiernos y organismos internacionales que tienen en agenda otros macabros planes para atentar contra soberanía de República Dominicana.
Es oportuna la ocasión para recordar lo expresado por el expresidente Juan Bosch, de que “en política, lo importante no es lo que se ve, sino lo que no se ve”.
El problema de Haití es de los haitianos. Si necesitan otra nación que les resuelvan sus problemas políticos, sociales y económicos, no es República Dominicana.
Estados Unidos, Francia, Canadá, la Unión Europea y los organismos internacionales creados para inmiscuirse en los asuntos internos de naciones e influir en los gobiernos del mundo, son los que tienen los mejores recursos económicos y militares para acabar con la violencia en Haití, y lograr establecer un gobierno democrático y progresista en esa nación, que ha sido abandonada a su peor suerte.