Una tenue emisión de fotones revela el pulso de la vida
No es una metáfora ni un consuelo poético. La ciencia lo ha comprobado: todos los seres vivos emiten una débil luz que desaparece por completo cuando cesa la vida. Esta luminiscencia, invisible a simple vista, es generada por procesos celulares esenciales y constituye una firma biológica de nuestra existencia.
Un estudio liderado por científicos de la Universidad de Calgary y del Consejo Nacional de Investigación de Canadá ha documentado este fenómeno mediante un innovador experimento con ratones y plantas, confirmando la existencia de la llamada "emisión ultradébil de fotones" (UPE).
Esta emisión luminosa es tan sutil que los ojos humanos no pueden detectarla, pero las cámaras EMCCD, con sensores de altísima sensibilidad, lograron captarla fotón por fotón.
En el ensayo, que recoge la DW, se expusieron ratones sin pelo a largas sesiones de observación antes y después de su muerte, asegurando condiciones controladas de temperatura. El resultado fue claro: el resplandor biológico disminuye drásticamente al morir, lo que demuestra que está ligado directamente al metabolismo celular.
Los investigadores también analizaron hojas de Heptapleurum arboricola y Arabidopsis thaliana, observando que su brillo aumentaba tras una lesión, como respuesta al daño. Más sorprendente aún, ciertas sustancias como la benzocaína inducían un incremento en la luminosidad, prolongado hasta por 16 horas, especialmente en las áreas afectadas.
Brillamos porque estamos vivos
La fuente de esta bioluminiscencia natural son las mitocondrias, responsables de producir energía en nuestras células. En ese proceso metabólico, se generan moléculas reactivas de oxígeno (ROS), que al interactuar con proteínas y lípidos, provocan emisiones fotónicas. Es decir, nuestro propio funcionamiento interno emite luz en cantidades diminutas: apenas unos pocos fotones por segundo por cada centímetro cuadrado de piel.
Según el investigador Michal Cifra, el cese del flujo sanguíneo y de oxígeno tras la muerte sería la causa principal de la extinción del brillo. Este fenómeno no responde a una "vitalidad espiritual", sino a la interrupción total del metabolismo en tejidos todavía ópticamente visibles.
Implicaciones futuras y posibles aplicaciones
Más allá de la fascinación, este hallazgo abre puertas médicas y ecológicas: podría permitir el monitoreo pasivo y no invasivo de tejidos vivos, así como el seguimiento del estado de salud de ecosistemas vegetales a distancia y en tiempo real.
“La emisión ultradébil de fotones es real, universal y medible”, afirma el físico Dan Oblak, codirector del estudio. No se trata de un error experimental ni de un artefacto técnico: es una característica inherente a todo organismo vivo.
Así que sí: literalmente estamos hechos para brillar. No es solo poesía: es biología. Aunque el resplandor no sea visible, cada ser humano lleva consigo una luz que solo la muerte logra apagar.
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