Al mismo tiempo crece el número de retornos forzados por el cruce selvático que une Colombia con Panamá
Una caída brutal del 98% ha registrado el cruce de migrantes por el Tapón del Darién, esa franja infernal de selva impenetrable que conecta Colombia con Panamá y que en los últimos años se había convertido en la ruta desesperada de cientos de miles de personas rumbo al norte.
Según datos de Naciones Unidas, entre enero y marzo de 2025 apenas 2,831 personas se atrevieron a desafiar los 17,000 kilómetros cuadrados de lodo, serpientes, narcos, enfermedades y muerte. En el mismo período del año pasado, la cifra superaba los 300,000 migrantes. En 2023, se había alcanzado el récord histórico de más de medio millón de cruces.
La razón principal del uso de esta ruta, según los organismos internacionales y recoge Europa Press, sigue siendo que es el único paso terrestre hacia Canadá, Estados Unidos y México, al margen de los controles fronterizos y las políticas restrictivas.
La jungla dejó de ser la vía de los desesperados
El perfil de quienes cruzaron hasta ahora en 2025 se mantiene similar al de años anteriores. Más de dos tercios son venezolanos, más de la mitad son hombres, y uno de cada cinco es menor de edad, según el desglose del último año completo con datos consolidados (2024).
La información proviene de una herramienta de análisis desarrollada conjuntamente por la Oficina Regional para América Central del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, la Defensoría del Pueblo de Panamá y la Defensoría de los Habitantes de Costa Rica.
Miles regresan por mar o se quedan varados al sur
La abrupta caída en los cruces no ha significado una solución al drama migratorio: ha venido acompañada por un aumento alarmante de los retornos. Miles de personas, sobre todo de Venezuela, Ecuador y Colombia, están viajando al sur, sin rumbo claro, varados, frustrados y reevaluando sus opciones.
Muchos de ellos ahora buscan asilo dentro de los países en tránsito, mientras otros optan por rutas marítimas peligrosas para evitar el infierno selvático del Darién.
La crisis migratoria cambia de rostro, pero no desaparece. Solo muta, obligando a miles de seres humanos a arriesgarlo todo, mientras el continente entero sigue sin ofrecer una respuesta humanitaria eficaz a una de las tragedias más desgarradoras de nuestra época.