El uso de estilos icónicos en IA reabre dilemas éticos y jurídicos urgentes
Santo Domingo – La fascinación por la inteligencia artificial (IA) ha desatado una transformación radical en la forma de crear, consumir y valorar el arte. Con generadores capaces de replicar estilos tan reconocibles como los del Studio Ghibli, el debate ya no es tecnológico, sino profundamente cultural, legal y ético. ¿Estamos frente a una revolución creativa o ante un caso masivo de apropiación cultural y banalización estética?
El dilema legal de un estilo sin autor
El uso de estilos visuales protegidos por su fama e identidad artística, pero no cubiertos directamente por los derechos de autor, representa una grieta legal que las plataformas de IA están aprovechando.
“Copiar un estilo sin reproducir una obra exacta puede parecer legal, pero cuando se explota comercialmente, se abre la puerta a reclamos por competencia desleal”, explica la jurista Begoña González Otero, experta de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Plataformas que emplean millones de obras para entrenar sus modelos sin remunerar a los creadores podrían estar incurriendo en prácticas ilícitas, especialmente si usan estilos con un alto nivel de reconocimiento visual, lo que se conoce como "firma estética".
Una cultura exprimida y sin alma
El fenómeno no es solo legal, sino simbólico. Para el investigador Quelic Berga, de la UOC, el uso indiscriminado de IA en el arte es una forma de extractivismo cultural. “Estamos delegando la sensibilidad artística en máquinas que no entienden el contexto ni el esfuerzo humano”, afirma. En lugar de un homenaje, se produce una trivialización de obras que nacieron del cuidado y la intención.
Berga identifica tres grandes amenazas:
- Desmotivación de artistas humanos, frente a una tecnología que produce sin alma.
- Pérdida de referencias culturales, al convertir estilos únicos en fórmulas repetitivas.
- Banalización del arte, cuando la estética sustituye el contenido y el significado.
La ley corre detrás de la máquina
En Europa, normativas como el Digital Services Act (DSA) y el Artificial Intelligence Act intentan cerrar esta brecha. Estas leyes obligan a las plataformas de IA a actuar con transparencia, respetar los derechos de autor y revelar los datos usados en el entrenamiento. Sin embargo, las lagunas legales persisten, y el cumplimiento es débil. “El mercado aún favorece a quienes eluden la ley”, advierte González Otero.
Proyectos como TDMAI, liderados por artistas, surgen como defensa tecnológica frente al uso no autorizado de sus obras. La lucha por la identidad creativa no es solo jurídica: también es un acto de resistencia cultural.
La inteligencia artificial no solo genera imágenes, genera preguntas profundas: ¿qué valor tiene el arte cuando se separa del ser humano que lo crea? ¿Puede existir la belleza sin intención? Como dijo Hayao Miyazaki, el alma del arte está en el esfuerzo humano. Si la tecnología reemplaza ese esfuerzo, tal vez también estemos reemplazando el arte por una ilusión decorativa.
Más detalles en: https://www.uoc.edu/es/news/2025/inteligencia-artificial-apropiacion-indebida-arte-derechos-de-autor