El nuevo Pontífice combina raíces hispanas, misión en Perú y liderazgo vaticano
Vaticano.- La historia de la Iglesia Católica ha dado un nuevo giro: el cardenal Robert Francis Prevost Martínez ha sido elegido Papa número 276, marcando un hito como el primer estadounidense y el primer miembro de la Orden de San Agustín en asumir el pontificado. A sus 69 años, Prevost aporta una combinación singular de raíces hispanas, experiencia misionera en Perú y alta responsabilidad dentro del Vaticano.
Nacido en Chicago el 14 de septiembre de 1955, hijo de madre española, Prevost también posee nacionalidad peruana, fruto de décadas de misión y liderazgo pastoral en ese país. Ingresó a los agustinos en 1977, profesó votos perpetuos en 1981 y fue ordenado sacerdote en 1982. Desde entonces, su camino eclesial ha combinado la formación académica, la vida religiosa y un fuerte compromiso con las comunidades más vulnerables.
Este hombre de 69 años es originario de Chicago y ha elegido el nombre papal de León XIV. Hasta su elección como pontífice, fue Prefecto del Dicasterio para los Obispos y Arzobispo-Obispo emérito de Chiclayo, Perú.
Con una sólida trayectoria en Derecho Canónico —es doctor por la Universidad Angelicum de Roma—, su tesis doctoral exploró el rol del prior local en la estructura agustiniana. Pero fue su trabajo en Perú, donde llegó como misionero en 1985, lo que marcó profundamente su ministerio. Allí sirvió en múltiples funciones: canciller, vicario judicial, formador y prior. También lideró comunidades en Chiclayo, Trujillo y Callao, ganándose el respeto de clérigos y laicos por su cercanía y claridad.
En 2014, fue nombrado obispo de Chiclayo, y años después, asumió responsabilidades clave en la Santa Sede: primero como miembro de dicasterios, luego como prefecto del Dicasterio para los Obispos, el órgano que selecciona y nombra obispos a nivel global. También fue presidente de la Pontificia Comisión para América Latina y participó activamente en la gobernanza del Vaticano.
Aunque su nombre ha sido vinculado a denuncias en Perú por presunta omisión en casos de abusos —acusaciones que fueron desmentidas y calificadas como “falsas” por fuentes locales—, no hubo cargos ni hallazgos que afectaran su ascenso. De hecho, su nombramiento como Papa ha sido interpretado como un voto de confianza al enfoque pastoral y de reforma que compartía con el ahora fallecido Papa Francisco, con quien mantuvo una estrecha relación desde su época en Buenos Aires.
Prevost ha defendido una Iglesia cercana a los pobres, comprometida con los migrantes y activa frente al cambio climático. También se ha mostrado alineado con el modelo de Iglesia sinodal, impulsando procesos de diálogo y corresponsabilidad eclesial. Sin embargo, ha reafirmado una postura conservadora en temas como el sacerdocio femenino, señalando que su ordenación no sería una solución, sino “la posible creación de un nuevo problema”.
El nuevo Papa hereda una Iglesia con desafíos profundos: crisis de credibilidad, tensiones doctrinales y la necesidad de adaptar la misión pastoral a un mundo digitalizado, polarizado y en emergencia climática. Su perfil sugiere continuidad con la agenda social de Francisco, pero con acentos propios que podrían marcar una nueva fase en la Iglesia global.
Por primera vez, un Papa habla con acento estadounidense y corazón latinoamericano. Y por primera vez, lo hace desde la espiritualidad agustiniana: “con el corazón inquieto, en busca de la verdad”. La historia, desde hoy, tiene un nuevo capítulo.