45 mil personas presencian la primera fumata negra del Cónclave
Roma, 7 de mayo de 2025. — El mundo católico continúa a la espera. A las 21:00 horas de este miércoles, una espesa fumata negra emergió de la chimenea de la Capilla Sixtina, confirmando que, tras una primera ronda de votaciones, los 115 cardenales reunidos en el Cónclave aún no han alcanzado el consenso necesario para elegir al nuevo Papa, el número 267 en la historia de la Iglesia.
La escena, cargada de simbolismo, fue presenciada por unas 45.000 personas que se congregaron en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, para asistir a este momento decisivo. Durante más de tres horas, peregrinos, fieles, turistas y curiosos aguardaron con paciencia, emoción y cierta incertidumbre, con los ojos fijos en la pequeña chimenea que corona el techo de la Capilla Sixtina, donde se desarrollan las votaciones más secretas del mundo.
Expectativa, esperanza y una espera tensa
Desde primera hora de la tarde, la plaza comenzó a llenarse de grupos de amigos, familias, religiosos y visitantes de distintas partes del mundo. Algunos llevaban banderas, otros rosarios o cámaras, todos con la ilusión de presenciar el anuncio de un nuevo Pontífice. A medida que avanzaban las horas y el cielo romano comenzaba a oscurecerse, la atmósfera en la plaza se volvía más densa y expectante.
A las 20:13, las gaviotas cruzaban el cielo crepuscular mientras los focos de la columnata de Bernini se encendían, iluminando con suavidad los rostros expectantes. Un dron sobrevolaba la zona, capturando imágenes del histórico momento. Algunos asistentes, sin perder el humor, hacían sus apuestas sobre quién sería el próximo Papa, mientras otros entonaban cánticos espontáneos: “Queremos Papa”, se escuchaba entre aplausos en distintos puntos de la plaza.
Desilusión y aplausos ante el humo negro
Cuando finalmente apareció el humo negro, no faltaron las exclamaciones de decepción. Pero también hubo aplausos: la señal de que el proceso ha comenzado oficialmente era en sí una noticia esperada. “Yo sí creía que saldría la fumata blanca”, comentaba Cristina, una joven española que viajó a Roma junto a sus compañeras de la Universidad de Navarra. “Habíamos barajado todas las hipótesis, porque como tardaba tanto…”, añadía.
Itziar, Berta, Cristina y Ana Cris, quienes se encuentran en la capital italiana por trabajo, explicaron que vivieron la jornada con “emoción”, conscientes de que estaban presenciando un hecho que quedará en los libros de historia. “Es un momento que une fe, tradición y humanidad”, reflexionaban mientras se retiraban de la plaza con la esperanza de que el humo blanco llegue pronto.
La búsqueda de un nuevo liderazgo
La elección del sucesor del Papa Francisco representa una encrucijada importante para la Iglesia católica. Muchos fieles esperan que el nuevo Pontífice continúe con la línea reformista del Papa argentino, centrada en la misericordia, la inclusión y el diálogo interreligioso. Otros, sin embargo, abogan por un perfil más conservador, que refuerce las tradiciones doctrinales y litúrgicas del Vaticano.
Sea cual sea la orientación que adopte el próximo Papa, la expectativa es que logre responder a los grandes desafíos que enfrenta hoy la Iglesia: la pérdida de fieles en algunos continentes, los escándalos de abuso, el rol de la mujer en la vida eclesial, la secularización acelerada, y la necesidad de renovar el lenguaje y los medios para anunciar el Evangelio en un mundo globalizado y digital.
Una segunda oportunidad este jueves
El Cónclave continuará este jueves con nuevas rondas de votación. La esperanza de los fieles es que, esta vez, la chimenea de San Pedro emita humo blanco, señal inequívoca de que el Espíritu Santo ha inspirado a los cardenales para alcanzar el consenso necesario.
Miles volverán a llenar la plaza con renovada ilusión, entre ellos Itziar, Berta, Cristina y Ana Cris, quienes no piensan perderse el momento en que se revele el nombre del nuevo Papa. “Pedimos que siga con la idea del Papa Francisco de una Iglesia abierta a todos, pero también que mantenga la tradición”, dijeron con convicción.
Por ahora, Roma sigue en vilo. Y el mundo, también.