Primer cara a cara en la Casa Blanca marca nuevo capítulo en relaciones Canadá-EE. UU.
Washington, D.C. – En su primer encuentro oficial en la Casa Blanca, el primer ministro canadiense Mark Carney dejó claro a Donald Trump que Canadá “no está en venta”, cerrando la puerta a las recurrentes insinuaciones del mandatario estadounidense sobre una posible anexión o integración más estrecha con su país vecino.
La reunión, marcada por un tono tenso pero diplomático, buscó relanzar las relaciones bilaterales tras las fricciones vividas durante la administración anterior de Trump y la reciente victoria electoral del Partido Liberal canadiense. El encuentro, sin embargo, no estuvo exento de pullas políticas ni de declaraciones provocadoras.
Horas antes de recibir a Carney, Trump arremetió en su red Truth Social contra los “subsidios” canadienses y la “protección militar gratuita” que, según él, Estados Unidos brinda sin contrapartida. “No necesitamos nada de lo que tienen”, escribió, cuestionando sectores clave como el automotriz y el energético.
Ya cara a cara y frente a cámaras, Trump bajó el tono, asegurando que su deseo es mantener una relación de “amistad” con Canadá, aunque no perdió la oportunidad de resucitar la idea del “estado número 51”, en alusión a una eventual anexión del país vecino. “Hay muchas ventajas”, sostuvo, citando su experiencia inmobiliaria como marco de referencia para justificar su visión.
Carney no dejó pasar la oportunidad para responder con firmeza, comparando a Canadá con una propiedad valiosa: “Hay terrenos que no están en venta. Canadá no está en venta, y nunca lo estará. Nunca”, dijo, cerrando el tema de forma categórica.
La conversación también abordó temas clave como el futuro del acuerdo comercial entre Estados Unidos, Canadá y México (T-MEC), que expirará en 2026 si no se renueva. Aunque Trump reconoció que el pacto fue “bueno para todos”, también cuestionó si es realmente necesario mantenerlo. “Es como es”, zanjó ante la prensa.
Carney, por su parte, señaló que el acuerdo “puede ser la base de una negociación más amplia”, aunque admitió que “algunas cosas van a tener que cambiar”, en referencia a temas sensibles como aranceles, regulación energética y cadenas de suministro.
A pesar de las diferencias ideológicas y de estilo, ambos líderes se mostraron abiertos al diálogo, conscientes de la interdependencia económica y estratégica que une a sus países. Mientras Trump dejó la puerta abierta con su clásico “nunca digas nunca”, Carney se encargó de reforzar una línea roja: la soberanía canadiense no se negocia.