Los contagios se producen en un marco de acceso limitado a servicios de reducción de daños, como preservativos, agujas y jeringuillas limpias
La prevalencia del VIH entre las personas encarceladas ha aumentado un 13% a nivel mundial desde 2017, alcanzando el 4,3% en 2021. Además, se estima que alrededor de una cuarta parte de la población reclusa total tiene hepatitis C.
Así lo ha informado el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (ONUSIDA),
Indica que el consumo de drogas es común en las prisiones, donde hasta el 50% de las personas encarceladas en algunos países las consumen o las inyectan por lo que las prácticas inseguras de inyección de drogas son un importante factor de riesgo para la transmisión del VIH y la hepatitis C.
Dijo que esos contagios se producen en un marco de acceso limitado a servicios de reducción de daños, como preservativos, agujas y jeringuillas limpias, y a la falta de programas integrales de tratamiento de drogodependencias.
ONUSIDA ha declarado que el acceso a la atención sanitaria, incluidos los servicios de reducción de daños, es un derecho humano fundamental que no debería negarse a nadie por estar encarcelado.
El director regional de ONUSIDA para Asia Pacífico y Europa Oriental y Asia Central, Eamonn Murphy, ha pedido un enfoque multisectorial y polifacético para salvar vidas en las prisiones, incluyendo el acceso a agujas y jeringuillas limpias, un tratamiento eficaz para la dependencia de las drogas opiáceas y la reducción del estigma y la discriminación.
Aunque ONUSIDA, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han apoyado durante mucho tiempo la ampliación de los servicios de reducción de daños en las prisiones.
Según Harm Reduction International, solo 59 países de todo el mundo ofrecen terapia con agonistas opiáceos en las cárceles.
De los países que informaron a ONUSIDA sobre las prisiones en 2019, solo seis de 104 tenían programas de agujas y jeringuillas en al menos una prisión, 20 de 102 tenían programas de terapia de sustitución de opioides en al menos una prisión, y 37 de 99 países tenían condones y lubricantes en algunas prisiones.
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