Apenas cruzaba la una de la tarde del pasado Jueves Santo cuando, con determinación y muy seguro de mi decisión, lleguéa uno de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de la ciudad de Nueva York para recibir la primera vacuna contra el Covid-19.
Aprovechando ser parte del grupo mayores de 55 años, y haciendo caso omiso a los teóricos conspirativos que insisten en boicotear el proceso de vacunación masiva contra la pandemia en los Estados Unidos y el mundo, me uní a un centenar de personas de diversos grupos étnicos que esperaban su ingreso a un centro de vacunación al sur de Manhattan.
Es innegable que el virus es real y hay que combatirlo sin importar si su procedencia o nacimiento fue en un ave, un animal o creado en laboratorio experimental.
Es una necesidad u obligación enfrentarlo como se han combatido exitosamente otras pandemias en el pasado, aplicando una vacuna elaborada por científicos y virólogos especializados para generar inmunidad contra una enfermedad infecciosa.
Mas pruebas de su existencia no puede ser exigida, el Covid ya ha matado a más de 2.8 millones de seres humanos en el mundo sin importar grupo étnico, rico o pobre, religioso o ateo; otros 395.8 millones de personas padecen la enfermedad o sufren las consecuencias de esta.
Luego de ingresar al centro del CDC, observé 32 cubículos independientes meticulosamente limpios e higienizados, los cuales estaban ocupados con igual número de profesionales de enfermería quienes, con amabilidad, agilidad y precisión recibían a los interesados en vacunarse cumpliendo todos con los protocolos requeridos.
En mi turno para la inmunización, un suave “pinchazo” en la parte superior de mi antebrazo izquierdo consumó el procesopara luego ser enviado a un amplio salón donde otra batería de enfermeros observaba con meticulosidad a los ya vacunados quienes, sentados y separados a 6 pies de distancia, debían de esperar 30 minutos antes de salir del centro previa comprobación de no presentar síntomas o reacciones negativas.
De las tres vacunas que se aplican en los EE.UU., Pfizer, Moderna y Johnson and Johnson, la segunda, fue la que me tocó recibir. 72 horas después, justo al redactar esta experiencia, aún no había sentido el más mínimo efecto secundario algunocontinuando así mis labores y actividades normales.
Más de 54.3 millones de personas han recibido ya sus dos dosis de vacuna en los EU, nación que, con una población estimada en 328 millones de habitantes, tiene 30.6 millones de infectados por Covid, y liderando el número de muertes por encima de las 554,105 personas. Con suerte, ha logrado salvar a más de 23.8 millones desde la propagación de la pandemia en 2020.
En el Estado de Nueva York con 12.6 millones de neoyorkinos, el número de infectados supera ya los 1,9 millones, 50,743 muertos y 1.1 millones de recuperados según la CDC y launiversidad John Hopkins.
El pasado viernes 2 de abril, debido al gran número de personas vacunadas en los EU, los CDC flexibilizaron las medidas a los viajeros vacunados (dos dosis), anunciando que estos no tendrán que ponerse en cuarentena ni someterse a pruebas de Covid.
Independientemente de eso, es importante evitar multitudes, continuar el lavado de las manos con frecuencia y seguir usando mascarillas.
Algo de tomar en consideración según los expertos de la CDC, es que independientemente de completar las dos dosis recomendadas, se debe esperar un mínimo de 15 días para que el organismo desarrolle la inmunidad esperada como garantía la inmunización.
En la ciudad de los rascacielos, desde el pasado 19 de marzo, la capacidad de comedor al interior de los restaurantes aumentó su cantidad actual del 35 por ciento al 50 por ciento animando a mejorar la economía en este renglón.
Las muertes por Covid en el estado han ido disminuyendo paulatinamente, según las autoridades estatales.
Los usuarios de los sistemas de transporte masivos como trenes y autobuses siguen aumentando, sobrepasando los 1.8 millones de pasajeros diarios, aunque muy por debajo del promedio de los cinco millones registrados antes de la pandemia.
Son datos alentadores que indican que ya se ve una luz al final del túnel, y no precisamente de los trenes subterráneos de la capital del mundo.
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