"Íbamos caminando desde la UASD al Centro de los Héroes, donde el papá de mi amigo le tenía una “botellita”; dinero que nos servía para unas frías y cubrir parte de las necesidades del mes”, rememoraba un jubilado tecnócrata al comentar el exhibicionismo de riquezas del funcionariado del nuevo milenio.
El consejo lilisiano al compadre sobre comerse el pollo, pero guardar las plumas es agua pasada y las consecuencias asoman.
En los 31 años del trujillaje los funcionarios solo accedían a las boronas que dispensaba el dueño de la finca nacional y en los 22 del cortesano los burócratas corruptos simulaban indigencia, salvo algunos generalotes de grandes mansiones y fincas.
Numerosos muchachos de “concho y colillas” enloquecieron al abrirse las puertas de la libertad y prefirieron la vía de la democratización de la corrupción provocando terribles daños a la propuesta liberal que negaba ese atajo.
El estropicio, con suicidio y encarcelamientos presidenciales, recolocó al caudillo en la silla, ya con menos alfileres, lo que posibilitó que sus seguidores volvieran a la acumulación con más pasión y menos disimulo.
Más dinero, heredado por hijos y nietos que creen poder lanzar la primera piedra y para comprar voluntades en procesos electorales. Los reformistas “salieron” del poder luego de acomodar en la poltrona a otros hijos del mismo padre perredeista y de instruirlos en el arte de las mordidas al pastel estatal.
Había que aprovechar ese golpe de suerte y numerosos peledeistas repitieron muchas de las acciones de sus hermanastros, aunque el tiempo no fue su suficiente, ya que Balaguer disgustado y a los 94 años fue tras sus votos en las elecciones del 2000. Regresó el PRD, esta vez con Hipólito Mejía para reiterarse en sus errores, agregado exhibicionismo y bravuconería.
En 2004 iniciaba la “era del PLD” y muchos de los muchachos que apenas habían probado jugosos bocados, con sentido de urgencia, arrancaron en loca competencia de rápido enriquecimiento. Angurria de hambriento en comida de bufete.
Claro, había que mostrar y enrostrar el “éxito” a empobrecidos viejos compañeros y amigos, con mansiones, lujosos vehículos, apartamentos en ciudades norteamericanas y españolas y disputar espacios a ricos tradicionales (muchos no exentos de los mismos pecados en la acumulación) en los lujosos centros veraniegos del este del país.
Algunas alarmas se dispararon sobre todo en Estados Unidos, entonces apresurados esfuerzos por tratar de recoger la estupidez regada, pero ya había mucha información compilada.
Un elemento agravante en el nuevo milenio ha sido la “vida virtual” de esos nuevos “triunfadores”, con la demostración diaria de los teneres y el nivel y carestía de los entretenimientos diarios y vacacionales. Cuando no era el protagonista principal, esposas, hijos, hermanos, sobrinos, nietos se encargaban de empequeñecer a los curiosos.
Todo ya registrado y “a solo un clic”, comenzó la afanosa búsqueda de testaferros para camuflar las riquezas. Esto se incrementó en los últimos años y se hizo viral al asumir un nuevo partido, PRM, el control del gobierno, apoyado por ciudadanos y entidades que reclaman fin de la corrupción y la impunidad y la restitución del dinero robado al Estado.
Varios funcionarios han sido llamados a la Procuraduría para que expliquen las impresionantes fortunas que figuran en sus declaraciones juradas y pocos satisfacen el requerimiento oficial contrastado con haberes y con documentos impositivos.
Algunos ya han repasado el álbum familiar, alegando herencias que no pueden sustentarse al verificarse las fragilidades económicas de los ascendientes.
El tiempo se agota y hasta los testaferros tiemblan.
Y faltan los casos verdaderamente pesados.