Todos los seres humanos tenemos hermanos, primos, sobrinos, vecinos y amigos, con quienes nos relacionamos, nos llevamos bien, nos comunicamos y nos entendemos.
Nadie puede decir que vive solo, habla solo, duerme solo permanentemente o muere solo.
En la vida social en la que nos desenvolvemos, además del amor de los abuelos, padres, hermanos, tíos, sobrinos y padrinos, tenemos a veces la suerte de contar con grandes amigos que se hacen parte de la familia original.
Son aquellos que nos conocen, nos entienden, nos aceptan como somos y nos ayudan a mejorar como seres humanos.
Muchos grandes escritores y compositores de poemas y canciones ya los han definido, pero redundar no afecta.
Para mí un amigo es el que te llama con frecuencia (o uno lo llama), el que te bendice y te socorre en días, meses y años.
Es el que aprecia tus llamadas y afanes, el que limpia caminos para tu cuerpo y alma.
Amigo es el que ora por tu salud espiritual y material; el que habla bien de ti, el que nunca con la amistad negocia.
Amigo es el que nunca te olvida, pese a distancia y tiempo.
Es el que padece también tus dolencias y crisis; el que se hace cómplice de tus ideas y proyectos; el que nunca te defrauda.
Amigo es el que sabe que tiene defectos y virtudes, pero jamás comenta los primeros y siempre resalta las segundas.
Es quien te escucha y te aconseja con solo ver tus ojos y escuchar tu timbre de voz; es el que no hiere ni maltrata.
Amigo es el que te invita a ver la inmensidad del bosque, con sus frutos, sus flores, con la gente que lo cultivan y cuidan cual si fueran sus propios hijos y nietos.
Amigo no es solo el que invita a un trago, a un “can”, a una gallera, a un play o a una fiesta.
Amigo es el hermano que te llegó del cielo y de sorpresa.
10-10-2020.