El Banco Mundial (BM) ha pedido, en medio de la pandemia, ampliar la moratoria de la deuda a países pobres por la gravedad de la crisis del covid-19, como, supuestamente, la República Dominicana no entra dentro de esa categoría de países, en razón de que el Presidente saliente de la república, afirmó en todo momento, que este país estaba dentro de los mejor situados de Latinoamérica en cuanto a crecimiento económico, aun en medio de la pandemia, fuimos excluidos de la dispensa.
Ahora la cruda realidad es que el endeudamiento externo sigue creciendo y lo continuará haciendo por un buen tiempo, los usuarios de servicios bancarios en el país, se encuentran esquilmados por la banca, pues todos los servicios bancarios se encuentran encarecidos y las autoridades nada hacen por amparar a los usuarios, se explota a los ciudadanos del país dentro de nuestro territorio y al Estado Nación fuera de su territorio. En algún momento, se llegó a pensar que la llegada de Alejandro Fernández W., a la Superintendencia de Bancos (SB), sería algo positivo, pues dicho profesional conoce bien las leyes, es politólogo y aficionado al derecho de consumo; sin embargo, al parecer, nos hemos equivocado, pues no hay ninguna medida, a la fecha, que busque el control del mercado financiero, sobre las tasas activas como las pasivas, continúan siendo abusivas para los ahorrantes y para los deudores y favorables para los acreedores. Igual ocurre con los intereses de la deuda externa del Estado: sigue creciendo y se espera que lo hará aún más el próximo año, pues en lugar de moratoria, lo que se plantea es seguir el brutal endeudamiento que caracterizó al gobierno de Danilo Medina.
Es inaudito, pero los hombres públicos locales que hace cien años decidieron aborrecer el endeudamiento, ya han muerto y la nueva generación, es su antípoda. Estos hombres abrazan el endeudamiento externo como mecanismo de desarrollo, cuando en verdad, es un mecanismo de corrupción rampante en los términos en que los definió la dama de hierro, Margaret Thatcher, en los años ochenta del siglo XX.
De modo que así como la banca local se considera ganadora, los usuarios son perdedores pues la calidad de sus servicios ha disminuido al, por ejemplo, recesar más del treinta por ciento de su personal, la banca ha convirtiendo en utilidades el pago de esos salarios, esto ha implicado una bajada en la atención al cliente, quien ahora debe invertir más tiempo cuando visita un banco para obtener un servicio elemental. De su lado, el gobierno, sigue pagando una deuda externa que ya ha sido pagada varias veces. Esta situación es la que coloca al capital financiero, nacional e internacional, como ganador en medio del covid-19.
Sin embargo, dado que la sociedad en red se está acelerando y consolidando, gracias también a la pandemia y quizás como efecto positivo de la misma, la recombinación de información en conocimiento que ello implica, se convierte en una nueva forma de creatividad que está llamada a aumentar de manera exponencial, plantea retos importantes al modelo, pues podría ocurrir, que los resultados finales sean diferentes a lo planeados por los dueños del mundo.
Este mundo es complejo y solo puede ser comprensible desde la multidimensionalidad, lo que implica que todo intento de hacerlo monolítico o unilateral conduce a más miltidiversidad. Esto es: el mundo avanza hacia una sociedad donde conectividad e inteligencia artificial deben ser combinadas. Hasta ahora solo las grandes empresas tienen avances en este sentido, pero de más en más, se creará una cultura indetenible que derivará en cambios profundos. Un buen ejemplo, es el planteamiento no solo de profesiones que desaparecerán sino el de que si el trabajo descansará en máquinas, la sociedad necesitará poner dinero en las manos de los humanos que sobrevivan a la pandemia, para que continúen siendo consumidores, pues de no ser así, la sociedad de libre mercado colapsaría por la drástica reducción y posible inexistencia de consumidores.
Esto implica que los que aparecen como ganadores hoy, podrían ser los perdedores de mañana. De donde se deriva la necesidad de armonizar intereses y terminar con la salvaje explotación bancaria de hoy, pues mañana, si se revirtiera la situación, no podrán plantearse salvo conducto cuando ellos, en medio de una pandemia planetaria, continúan lucrándose aun en mayor proporción que en tiempos normales.
Algunos Estados, influidos por el lobby del capitalismo financiero, se plantean detener el desarrollo tecnológico, pero la realidad es que la pandemia está teniendo un efecto contrario, lo está acelerando. De modo que los gobiernos, si realmente, desean mantener la gobernabilidad, si en verdad desean aplicar alianzas público privadas, deben tomar en cuenta la realidad de que la pandemia, unida a la tecnología, no permite una explotación salvaje como la que hoy está ejecutando la banca. La exclusión de los consumidores en el decreto 2991-20 que reglamenta la elección de los miembros del pleno y de la Comisión Ejecutiva del Consejo Economico Social plantea una significativa exclusión que, de no ser corregida, podría restar validez a dichos órganos.
La crisis ha de ser aprovecha para ampliar la armonización entre capital y trabajo, de no hacerlo, se estaría cometiendo suicidio, pues tal y como expresan los analistas de la economía criminal, el margen descomunal de los intereses bancarios puede conducir inexorablemente, a los estallidos de los mercados chileno y colombiano, sin hablar de Bolivia u Honduras. La pandemia no los ha eliminado sino que ha permitido una tregua en la que el capitalismo salvaje allí imperante, ha obtenido una pausa, pero no una solución. De modo que en la República Dominicana no podemos aplicar a pie juntilla, las recetas de los acreedores internacionales sino inclinar la balanza hacia el desarrollo de un mercado de valores nacional que propenda a un mercado bursátil criollo donde se logre obtener créditos baratos para expandir nuestra democracia social. No es lo mismo, aplicar la ley 141-15 que aplicar la Ley 45-20. La primera armoniza y protege el capital social de todos los involucrados, la segunda, mantiene el capitalismo salvaje. De donde se infiere que la concertación publico privada tiene que definir muy bien su objeto y el CES debe saber hacia donde orienta.
Luis Abinader tiene en sus manos el reto de conducir la nación a buen puerto, esto es: alianza público privada no es que los empresarios vayan a vegetar en el Estado, no es endeudamiento externo como tampoco es subastar los recursos naturales como el agua. Es armonizar intereses y lograr una cultura de emprendedores que no tengan al Estado como origen y fin de su actividad. DLH-14-9-2020