El gobierno de Luis Abinader apuesta al éxito de la mano de una agresiva política pública que tiene como eje temático fundamental las denominadas alianzas público privadas (APP).
Cualquiera podría pensar que el tema es nuevo pero no lo es, pues de tiempo en tiempo, el capitalismo, sea salvaje o social, requiere de ajustes estructurales. Lo que sí es novedoso es el nuevo enfoque llamado alianza público privada.
Así es calificada la nueva receta para el desarrollo que aplican diversos países del mundo de la mano de la denominada mundialización o globalización, esto es: los diseñadores de políticas públicas de los países centrales o dueños del mundo dictan a los demás, el rumbo a seguir.
Radael Leónidas Trujillo fue el único gobernante nacional que en el pasado siglo XX, fue capaz, en materia economía, de crear un modelo propio de capitalismo, por eso algunos lo consideran el padre del desarrollo capitalista dominicano, pero con el agravante de que lo hizo en un ambiente dictatorial e incluso tiránico.
Juan Bosch intentó seguir ese modelo pero bajo un ambiente democrático, imperativos internos y externos impidieron la materialización de sus postulados que apuntaban hacia el establecimiento de un estado social y democrático de derecho bajo la base económica que había dejado Trujillo, esto es: un capitalismo nacional; Joaquín Balaguer, es el gobernante que se echa en brazos de los organismos internacionales y bajo recetas de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de la UNESCO emprende un plan económico desarrollista creando las infraestructuras básicas del turismo criollo; sin embargo, donde mayores laudo obtuvo fue en la implementación de la ley 199 o ley de fomento al desarrollo industrial con base en la política de sustitución de importaciones que implementó. Las zonas industriales de Haina y de Herrera dan fe del éxito de aquel modelo, el cual, junto a una sabia política de cero endeudamiento externo, permitió al país construir una base social propia a Balaguer: la clase media.
El arribo del PRD al gobierno en 1978, mostró el agotamiento de la economía del postre que ejecutó Balaguer y el partido blanco debió orientar su economía hacia la receta de entonces de los organismos y gobiernos de capitalismo central, esto es: la política del fomento a los servicios donde los ejes económicos deberían ser: turismo, zona franca y agroindustrias. Donde los gobiernos de los blancos fracasaron fue en que no supieron combinar la economía del postre con la economía de servicios. Esto se debió a que los países de capitalismo central no tenían interés en el desarrollo nacional sino en una política caracterizada por el endeudamiento externo y, simultáneamente, el cobro de la deuda por ellos mismos creada. Esta fue la diferencia fundamental entre los periodos de los blancos y los gobiernos de Balaguer, este último, pudo crear su propia base de sustentación política y social donde los otros fracasaron. El resultado fue el retorno de Balaguer al poder.
La comunidad internacional, esta vez, cayó sobre Balaguer, pero este pudo sostenerse por 10 años sorteando peligros internacionales gracias a que José Francisco Peña Gómez, se las ingenió para proseguir con la economía de servicios, gracias al apoyo de sus amigos de la Internacional Socialista, los cuales continuaron invirtiendo en el país, pero con un marco institucional obsoleto. A pesar de algunas reformas en el orden tributario y en el código laboral.
Es con la llegada de Leonel Fernández al poder cuando todo el politburó del PLD va a Washington a tomar catequesis sobre las recetas neoliberales del Consenso de Washington, a los fines de impulsar un plan de reformas radicales para la modernización de la economía nacional teniendo como modelo al neoliberalismo. Con razón se ha dicho que Leonel Fernández es el padre del neoliberalismo dominicano en el plano de las reformas estructucturales que tiene este modelo. Los tres gobiernos de Leonel muestran resultados positivos rotundos, pues el arribo de Hipólito en el año 2000, no significó una ruptura sino la consolidación del modelo. El cual logró su sello indeleble con la promulgación de la Ley 141-97 o ley de capitalización de la empresa pública. El patrimonio público fue regalado al capital internacional y la Corporación de Empresas Estatales (CORDE), fue vendida y dilapidada incluido el Consejo Estatal del Azúcar (CEA). De modo que si Bosch dijo en Composición Social Dominicana que Trujillo legó a la nación un Estado socialista dada la gran cantidad de empresas que dejó al pueblo dominicano, Leonel, en cambio dejó un Estado capitalista con la capitalización que fomentó.
Con Danilo Medina ocurre una situación muy particular, este solo entendió el modelo en la parte negativa de este, en cuando al lastre de corrupción que lleva consigo el modelo neoliberal allí donde las instituciones son débiles y el sistema de administración de justicia es inoperante. Es decir, allí donde la corrupción no se sanciona. De ahí que Danilo haya contaminado el modelo.
Ahora viene Luis a tratar de reorientar el neoliberalismo, para lo cual, ha dicho ya, que ejecutará una política caracterizada por la renovación del modelo con su nuevo credo: la alianza público privada (APP). Política pública contradictoria porque presenta éxito fuera de la subregión Latinoamericano fracasos aquí.
Lo que no ha quedado claro, en la propuesta de Luis, es el cómo piensa superar los daños que infringió Danilo al modelo. Si bien Abinader preside un modelo donde el sesgo empresarial está a la vista, la verdad es que en todas partes, esto dentro y fuera de la subregión Latinoamericana, la regeneración de este modelo requiere dureza frente a la corrupción, una política educativa funcional y un marco institucional que conlleve el desarrollo de una cultura empresarial a acorde con las nuevas tecnologías.
De donde se infiere que deberá enfrentar fuertes desafíos, pues la deuda externa lo amenaza, la pandemia induce a una crisis económica y los corruptos piensan que cuentan con el escenario perfecto para seguir en lo suyo sin ser molestados, puesto que los resultados de la educación son a mediano y largo plazos, lo institucional se ve amenazado por la solicitud de empleos de sus parciales y la insistencia en castigo a los corruptos pasa por una administración de justicia donde la equidad supere al compromiso de clase y, resulta que los jueces fallan cuidándose de no chocar con los políticos ni con el empresariado. Son pues conservadores por necesidad, en un escenario donde se requiere de jueces que produzcan el cambio hacia lo institucional.
Así las cosas, de no observarse el ambiente donde se pretende implementar una alianza público privada, existe la posibilidad de que el modelo, en lugar de democratizar la riqueza, disminuir la pobreza y empujar el país hacia el desarrollo, lo que logre sea más concentración de riqueza en pocas manos, y quizás en manos de multinacionales junto a la disipación de recursos naturales renovables y no renovables esenciales como el agua potable, que, en el mejor de los casos, irán a parar a manos privadas, en detrimento de la población vulnerable. ¿Qué hará Luis para imponer un modelo privatista radical en medio de un marco constitucional que configura el Estado social? No lo sabemos, lo que si queda claro, es que el presidente Abinader requiere del apoyo de los buenos dominicanos para llegar a buen puerto. DLH-7-9-2020