El cambio va, fue la consigna de guerra del candidato hoy presidente de la república, Luis Abinader, pero en toda democracia en transición el cambio queda sujeto a los vaivenes del diarismo político ahora marcado además por la covidianidad. Uno de entre ellos, es el paso del tiempo, sin embargo, el gobierno actual, no ha contado con los cien días de gracia que usualmente se otorga a cada nuevo gobierno. No. Desde la primera semana, ha habido críticas contra el nuevo gobierno por algunos errores que la sociedad civil no está dispuesta a consentir, el primero, fue la denominada presencia de personas de una misma familia en posiciones públicas, lo cual es violatorio del artículo 146 de la Constitución.
Otro ingrediente ha sido el de, supuestamente, modificar leyes para ajustarlas a ciertos funcionarios, como también, la escogencia de funcionarios que no reúnen el perfil para ciertas posiciones.
Estos hechos podrían dar al traste con los deseos de justicia contra el gobierno pasado, pues es usual, que los escándalos nuevos sepulten los escándalos anteriores. Si así aconteciese, sería lo peor que podría ocurrirle a una democracia que requiere madures y desarrollo, como es el caso de la democracia dominicana. El presidencialismo tiende a hacer del presidente, un monarca sin corona. Es obvio que Luis ha renunciado a tal honor con tal de fortalecer nuestra democracia pero los peligros son múltiples y no vienen de la acera de en frente. Es dentro de su propia parcela política que podrían iniciarse nuevas situaciones que hagan olvidar lo pasado para centrarnos en lo nuevo y repetir así el círculo vicioso que tanto daño ha hecho a la nación.
La doctora Milagros Ortiz Bosch regentea una oficina que busca mantener la pureza moral del actual gobierno, la primera meta ha de ser que aquellos que van a ciertas posiciones, posean el perfil adecuado, aun no pertenezcan al PRM, pues el peligro está en la presión que hacen los parciales del gobierno en la búsqueda desenfrenada de posiciones a las cuales creen tener derecho sin poseer el perfil de ley. Corregir estos entuertos sin lastimar las prerrogativas del mandatario sería la primera tarea. Siempre se ha observado que los militantes de partidos en el poder, se interesan por posiciones que tienen que ver con inspectorías. O, que desean ir cargos donde se dice que el lucro supera las apetencias de los más osados.
La población votó contra el clientelismo político, por tanto, apostó por el concepto de ciudadanía. El reto de doña milagros Ortiz Bosch es impedir un desencanto, pues requerimos una democracia de los mejores sin que aquellos que forjaron al gobierno de hoy sientan que los están olvidando. Es decir, los actos de gobierno deben convencer más que el deseo de un empleo. Para lograrlo, la voracidad de la banca, del comercio, de las Edes, de los grupos económicos deben tener límites, esto es: deben permitir la creación de nuevos negocios, nuevas iniciativas y nuevos resultados más allá del Estado. La gente debe quedar convencida de que se puede vivir fuera del Estado. Que al Estado se va a servir y al sector privado a ganar dinero.
Un buen ejemplo de lo que queremos transmitir es lo que está ocurriendo con el Ministerio Público, se ha encontrado allí el perfil adecuado y la sociedad toda saluda la decisión; particularmente, porque de este modo el presidente, ha quedado liberado de lo que allí acontezca. Esto es importante también porque es una señal clara de que quien cometa excesos en este mandato presidencial, no tendrá salvo conducto desde el ejecutivo.
Algunos han visto un error y no una virtud en tal decisión, el tiempo dirá. Sin embargo, insistimos, en que ahora el problema consiste en que la moralización del gobierno permita ajustar cuentas con la felonía que ha superado la sociedad. Es decir, la plaga morada no puede estar tranquila, ni escudarse en posibles yerros actuales para salvarse de ir al banquillo de los acusados a probar su inocencia. En razón de que en materia de corrupción, no existe presunción de inocencia toda vez que se ha incurrido en abuso de confianza contra el pueblo.
Además, la sanción a los pasados, es el mejor antídoto para evitar que los actuales se excedan en sus funciones. Como ya la decisión está a cargo del Ministerio Público, el gobernante queda liberado de compromisos frente a los pasados incumbentes, pero continúa poseyendo responsabilidad sobre los funcionarios presentes. De modo que el manejo del tiempo político consiste en ser implacable con lo incorrecto, con lo ilegal en el pasado desde el Ministerio Público pero dando señales claras a los presente desde la oficina de la moralidad pública.
Ciertamente, queda el problema de los repartos entre los correligionarios. Es cierto, tienen derecho a contribuir al fortalecimiento de la democracia, pero se debe desterrar la idea de que se va al Estado a hacerse rico. Entendemos que la denominada alianza público privada debe desarrollar un modelo de gestión en el que se pueda convencer a los que buscan hacerse ricos, de que es con base al emprendurismo que pueden lograr sus metas, pues hasta ahora, en toda Latinoamérica, se entiende que ni el emprendedurismo ni la educación provocan movilidad social, sino que esta es posible solo desde el Estado. Este sería el gran reto. La gran oportunidad histórica del actual mandatario. Es un cambio cultural no solo de teoría sino de una práctica convincente.
La política de sustitución de importaciones plasmó su impronta en la Zona Industrial de Herrera, por citar un caso; luego, las políticas neoliberales solo han expoliado recursos ahora, la Segunda hola neoliberal denominada alianza público privada, debe convencer de que no concentrará riqueza sino que la distribuirá democráticamente por medio de la innovación, la colaboración, incentivos, elaboración de estrategias, alianzas operativas políticas y programas de ejecución donde la equidad esté por encima del lucro rapaz.
Sin embargo, la avalancha de personas que podrían invertir y poner en movimiento sus talentos y su posición económica en emprender nuevos negocios desde el sector privado, hacia el sector público, no augura nada bueno. Parecería que han dejado de creer en la iniciativa privada para convertirse en estatistas. Esto es un gran peligro, pues el proceso que requiere la nación es el inverso. Nos encontramos en el tiempo político adecuado para poner las cosas en su justo lugar. DLH-3-9-2020