La última encuesta de la firma Gallup Dominicana sostiene que para casi cinco de cada diez dominicanos, las elecciones municipales de este febrero serán fraudulentas.
A simple vista, este prácticamente cincuenta por ciento de la población, expresa una preocupación que debería disparar la alarma de la institución encargada de la organización de los comicios; sin embargo, dos factores lo impiden, primero, los líderes dominicanos están tan acostumbrados a burlarse de la gente que poco les importa lo que piense el ciudadano, no le importa la democracia; segundo, a los partidos políticos menos les importa su reputación, lo importante son los recursos de que son provistos por el modelo electoral oficial.
Este panorama lleva a pensar, si como se dice, los procesos electorales son partes de la economía de mercado en el sentido de que crean una dinámica económica saludable, es decir: que es más importante, el activismo comercial que genera, que la crítica del fraude electoral que genera. Esto por más de una razón: al rico llegara la posibilidad de suministrar bienes y servicios de toda índole desde tecnología hasta jugos, los partidos perciben ingresos que vienen del Presupuesto Nacional y los pobres reciben pica pollos y compra de cedulas. De ahí que la ética tenga poco espacio.
Desde siempre, la oligarquía ha mantenido el poder en alianza con el capital internacional, expoliando estas naciones sin tener que pagar tributo alguno. Dar derechos de ciudadanía, crear democracias funcionales, no es sino aumentar el coste operativo de ambos sectores y, si además, la clase media, la incipiente burguesía y a los pobres no les importa, ¿por qué ha de importarle el tema a los ricos?
Este tipo de conducta es lo que se denomina destrucción desde dentro de la democracia, pero el sistema funciona de forma tal que donde se produzca un ruido, irán los marines y la Comunidad Internacional, a “apagar el fuego, a poner el orden.” Es decir, a instalar su democracia de expoliación, una farsa sin parangón; puede estar ocurriendo que la lógica de capitalismo salvaje que padecen estos países, les impida evolucionar, racionalmente, hacia un sistema democrático real. Pero ¿hasta dónde puede llegar la paciencia ciudadana en esta materia? Se sabe que la revolución tecnológica está produciendo transformaciones inesperadas en el mercado, el cual, no puede, sin embargo, renunciar a su esencia.
De cualquier modo, el fraude electoral ocurre en tres periodos bien definidos: preparación, desarrollo y celebración. Luego de lo cual, viene el periodo de impugnación y cuando existe un Estado de Derecho formal entonces vienen las impugnaciones de tipo legal ante los tribunales. Debido a lo anterior, politólogos contemporáneos se han puesto de acuerdo en establecer once condicionantes que son las que determinan la diafanidad de un certamen electoral o, lo que es lo mismo: condiciones que son las que sirven para establecer los criterios de diafanidad de una elecciones no fraudulentas.
A saber: leyes electorales confusas que permiten a los detentadores del poder manipular el proceso, procesos electorales donde las trampas contra los votantes y la oposición permiten ventajas comparativas a los detentadores del poder, la distracción entendida como mecanismo para desviar la atención de la opinión pública al tiempo de que se excluyen y distorsionan centros de votación donde se entiende la oposición tiene mayor aceptación, los registros de votantes se encuentran también manipulados de modo que los tradicionales votantes de una mesan o no presentan información completa o han sido enviadas a otras mesas inconsultamente, los partidos y los candidatos aparecen fuera del orden establecidos o con sus emblemas distorsionados a fin de beneficiar al oficialismo, la cobertura de los medios de las elecciones se realizada sesgada o bien con una aplastante presencia de comunicadores al servicio del oficialismo, la financiación de la campaña se realiza con recursos oficiales pero cerrando el grifo de los recursos a la oposición mientras se abre a toda máquina al oficialismo, la tardanza de entrega de recurso a la oposición contrasta con el holgado financiamiento de los candidatos del oficialismo, el proceso de votación es otro escenario donde la parte oficial cuenta con la información como poder adecuada mientras la oposición es sistemáticamente desinformada desde el punto de vista institucional, así el conteo de los votos, es un asunto que opera en función del oficialismo; mientras la oposición debe hacer malabares bajo el rostro de una organización única, se centraliza todo para ser manipulado; la tabulación de los resultados se realiza de forma que siempre salga beneficiado el oficialismo, por último, todo lo anterior, conduce a establecer la existencia de autoridades electorales cuya independencia frente al oficialismo brilla por su ausencia, mientras se presume de una gran autoridad y de un gran control sobre la oposición.
Se puede afirmar, que el carácter secreto del voto ha perdido su albur democrático porque la tecnología, como la organización misma del proceso, apunta hacia el control estatal. Ahora se amenaza a lo George Owen, a los empleados púbicos, por ejemplo, con que, el Leviatán tienen vigilancia tal sobre el voto, que puede saber por quién voto cada empleado. Esto genera un pánico tal que hace difícil que se pueda hablar de elecciones no fraudulentas. DLH-2-2-2020