La Habana (PL) Protestas y rebeliones protagonizaron a partir de 1789 los llamados hombres de color de la colonia esclavista haitiana, reprimidas por las autoridades francesas e independientes de la gran rebelión de los esclavos, iniciada en 1791.
Una de las causas del fracaso de la rebelión fue que sus promotores rechazaron la ayuda que le ofrecieron negros esclavos, pues sus diferencias iban más allá de la menor o mayor pigmentación de la piel y sí marcadas por intereses económicos y prejuicios raciales.
Clase intermedia, los mulatos y negros libertos reclamaban se les aplicaran los principios de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano -aprobada en Paris en 1789- y su participación en la Asamblea Nacional de Francia.
El número y peso de este grupo creció durante la centuria desde más de 500 en 1703 a unos 28 mil para 1789, con importantes riquezas, dentro de una sociedad de medio millón de habitantes compuesta también por más de 400 mil esclavos y 40 mil blancos.
Desde la primera mitad del siglo XVIII fue objetivo de los libertos borrar toda relación con sus orígenes, adquirir riquezas y blanquear la descendencia.
Se dice que adquirieron buenas propiedades y también fueron dueños de plantaciones y esclavos; mediante dinero y habilidades penetraron con sus bellas hijas en familias de la aristocracia francesa.
Jóvenes mulatos sirvieron en cuerpos reservados a los nobles y en algunos oficios de la magistratura, así como de pajes en la corte.
A medida que aumentaba la masa de esclavos, la sociedad se hizo más racista contra los libertos, poseedores de un tercio de las riquezas de la colonia de Saint-Domingue.
Una memoria de los administradores coloniales (1755) al ministro del reino advirtió acerca del peligr esta especie de hombres comienza a llenar la colonia, cada vez más numerosos en medio de los blancos y a veces superados por la opulencia y la riqueza.
Se les ve aspirar a montar con nosotros en las revistas de la milicia y se creen preparados para ocupar plazas en la judicatura…, apuntaba.
A esto siguieron varias medidas restrictivas: en 1777 se les prohibió residir en Francia; en 1778 contraer matrimonio con blancos; en 1779 usar los mismos trajes que los blancos y ser llamados señor y señora. Cada vez más estos libertos -negros o mestizos-, africanos o criollos descendientes de aquellos y de blancos, repudiaban sus orígenes y odiaban a sus ancestros de ambas razas.
Cruzar la línea entre los libertos y los esclavos muchas veces resultaba complejo, en primer término porque negros y mestizos, nacidos de madres no emancipadas, eran esclavos.
En caso de ser hijos también de un blanco, su liberación quedaba a criterio del amo quien, incluso, podía vender también a los que llevaban su sangre aunque tuvieran la piel más clara.
Aunque el llamado Código Negro (1695) reconocía los mismos derechos, privilegios e inmunidades a los libertos de que gozaban las personas nacidas libres, en la práctica no ocurrió así.
Víctimas de la discriminación, su ascenso en la sociedad no pasaba de ser joyeros y orfebres. En los batallones militares existían uniformes diferentes a los de soldados blancos, asientos separados en el teatro, en reuniones y otros lugares públicos.
No había escuelas y los libertos ricos enviaban sus hijos a Paris para educarlos, a semejanza de los blancos. Mulatos y negros libres no podían ocupar empleos públicos ni ejercer ciertas profesiones aunque se hubieran educado en Francia gracias a sus recursos económicos.
LA REVOLUCION FRANCESA Y HAITI
Los sucesos revolucionarios en la metrópoli repercutieron en la colonia haitiana y movieron a los libertos a defender sus derechos y reclamar la igualdad con los blancos, misión que confiaron a los de su clase, residentes en Paris.
El mulato Jules Raymond, casado con una francesa, junto a Vincent Ogé y otros comenzaron las gestiones desde septiembre de 1789 para obtener una diputación similar a la de los blancos en la Asamblea Nacional.
El 22 de octubre enviaron al presidente de ese cuerpo una delegación de 10 miembros que aunque recibida con honores, vio engavetar sus demandas al tiempo que empezaban las reclamaciones y protestas en Haití.
Un mulato nombrado Lacombe pidió, en un memorial a la Asamblea Provincial del Norte, el 2 de noviembre de ese año, la aplicación a la gente de color de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. La Asamblea calificó el escrito de incendiario e hizo colgar al demandante.
Condenado y decapitado resultó Ferrand de Baudieres, anciano de 70 años, senescal de la villa de Petit-Goave (Oeste), por haber redactado una nota de los libertos que solicitaban participar en la elección del diputado a la Asamblea Provincial del Oeste.
Se acusó a este colono blanco de prestar su pluma al servicio de los mulatos; su cabeza colocada en una pica fue llevada por toda la villa. Al mulato rico Labadie, anciano instruido y muy respetado, lo acusaron de firmar la petición de Ferrand y lo amarraron a la cola de un caballo sin domar; salvó la vida ayudado por sus esclavos y vecinos.
Otros hechos diversos tuvieron lugar en la colonia mientras en ParÍs.
Jules Raymond ofreció a la Asamblea Nacional el concurso de los mulatos y negros libres para reprimir a los esclavos negros. Recordó que eran ellos en las milicias de todas las parroquias quienes mantenían a raya a los esclavos y daban caza a los Fugitivos.
Qué importa, dijo, que ustedes sean blancos y nosotros mulatos, pues unos y otros poseemos esclavos y tierras, y por consiguiente, somos aliados naturales.
Por este camino las demandas de igualdad no prosperaron y Vincent Ogé regresó a Haití el 23 de octubre de 1790 para preparar una insurrección que finalmente fracasó.
Tuvo que refugiarse en la parte española de la isla, pero fue entregado a las autoridades francesas por el gobernador de Santo Domingo.
Ogé y Jean-Baptiste Chavanes, quien inútilmente trató de convencer a su jefe de incorporar esclavos a su lucha, sufrieron torturas y murieron destrozados a golpes de barras de hierro, el 25 de febrero de 1791, en la ciudad del Cabo.
A la horca condenaron a 21 de los alzados y otros 13 a prisión en galeras. Nuevos giros tomaron los acontecimientos signados por la gran rebelión de los esclavos y las luchas entre los sectores blancos (los grandes y pequeños propietarios) y las intervenciones extranjeras.
Una alianza momentánea con los pequeños blancos fracasó porque sus intereses económicos y el racismo chocaban.
* Historiadora, periodista y colaboradora de Prensa Latina.
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