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He dicho
muchas veces durante muchos años que la Policía Nacional es una banda asesina
que debe ser disuelta y crear otra institución desmilitarizada, dejando atrás
la herencia trujillista y balaguerista que enseña a matar porque “el civil no es gente”.</b>
He visto
indignado el vídeo presentado por Nuria Piera que muestra el asesinato, vil y
cobarde, de un recluso del “nuevo modelo penitenciario” que supuestamente intentó escapar junto a
otros. Se trató de un crimen por encargo para impedir que se haga justicia en
torno a un asesinato en San Francisco de Macorís.
El video del
asesinato del joven estudiante de medicina en la Universidad Autónoma de Santo
Domingo, también vil y cobarde, es otro ejemplo de la brutalidad policial que
vemos todos los días. (“¿Quién mató a Sagrario Díaz? ¡La maldita Policía!”,
decía una consigna estudiantil. Es la misma Policía de siempre la que sigue
matando y atropellando)
La Policía
desconoce los más elementales derechos humanos cuando se trata de los pobres.
La pena de muerte no existe en nuestros códigos, pero si en la práctica. La
Policía tiene su propio código procesal penal. La Policía decide quién vive y quién muere.
Los
funcionarios ladrones, los políticos estafadores, los Figuereo Agosto y del
Tiempo Marqués, viven. La propia Policía los protege para que cometan sus
fechorías. (Ese parece ser su papel)
La nuestra
es una de las instituciones policiales más corruptas y criminales del mundo.
Pero nadie quiere enfrentar esa realidad. (Esa es Policía buena para los
corruptos y asesinos de cuello blanco)
La sociedad
dominicana precisa de otra Policía. De una Policía humana, una Policía que
entienda su rol, que sepa proteger vidas y propiedades en el cumplimiento de la
ley, no una Policía corrupta y asesina, como la que tenemos.
Precisamos
de una Policía conceptualmente moderna, sin rangos militares, ni poderes
especiales para ningún “jefe” que luego se cree Dios. Una Policía auxiliar
verdadera del sistema Judicial, no que se crea la justicia y la tome en sus
manos frente a los infelices.
En la
Policía no hay ningún respeto por la vida, ni por las leyes.
Una Policía
brutal y sanguinaria, es lo que tenemos. Ningún gobierno ha querido producir
una profilaxis profunda y definitiva en ese órgano, podrido y enfermo, tanto o
más que las demás instituciones estatales.
Si estuviera
en mis manos aboliría de un plumazo el Congreso, el Sistema Judicial, la
Policía y las Fuerzas Armadas. Convocaría una Constituyente para elegir nuevos
legisladores, gente que de verdad represente los intereses del pueblo, lo mismo
que los jueces de las mal llamadas Altas Cortes. Haría otra Policía, bien
entrenada, bien equipada y bien pagada, pero sin rango militares, sin uniformes
tenebrosos, ni Palacios de muerte y tortura. (Pero no está en mis manos.
¡Lamentablemente!)
La Policía
no puede seguir siendo una banda paramilitar; no puede estar dirigida por
sicarios, ni por fantasmas del terror en los barrios pobres.
Los
ciudadanos no pueden sentirse protegidos por una Policía que los atropella, los
mata, los encarcela y los tortura sin motivos y sin razón. Una Policía que se
coloca por encima de las leyes para proteger
intereses de empresarios, dirigentes políticos, funcionarios,
narcotraficantes, generales y coroneles. La Policía parece un poder aparte. El
primer o segundo poder del Estado. ¡Y eso no puede ser!
¿Se atreverá
Danilo Medina a hacer lo que nunca se ha hecho en la Policía? ¡Lo dudo mucho!