En
días pasados vimos como el Ministro de Turismo celebró por todo lo alto los
quince años de su hija. Pero eso ya no es noticia. Ni tampoco es noticia que el
Palacio Nacional de la República Dominicana fue usado de escenografía privada.
Es
triste ver cómo los funcionarios dominicanos han perdido hasta el cuidado de
restregarle en la cara al pueblo el fruto de su “gestión”. Me pueden presentar
todo tipo de argumento a favor de la legalidad de las fastuosas fortunas de
algunos funcionarios públicos, pero nadie me arranca la verdad de que ese
dinero que ostentan le fue sustraído a nuestro pueblo.
Si
es peligroso que un “servidor público” se enriquezca desmedidamente, más
peligroso aun es que pierda el temor de exhibirlo, pues eso deja ver el nivel
de degeneración social y política en que ha caído nuestro país. No solamente
nos han atado las manos para que no defendamos lo que es nuestro, también nos
han vendado los ojos para que no veamos la injusticia aunque la tengamos en
frente.
No
sé con certeza si los mismos funcionarios son capaces de entender la burla a la
miseria de este pueblo que ellos llevan a cabo. Lo digo porque muchas veces la
burbuja de cristal en donde viven nos les deja ver ciertas cosas, les hace
perder sensibilidad social.
Espero
al menos, que la arrogancia, la prepotencia y la fastuosidad con que se
conducen muchos de los cabecillas de la administración pública, sea fruto de
una insensibilidad provocada por el exceso de lujos y lambones, y no por un vil
sentimiento de inmunidad y descaro.
Santo
Domingo,
Miércoles
15 de agosto de 2012