Al ver la sincronía
y la destreza con que marchaban los uniformados, quise sentirme orgullo de los
cuerpos armados de mi país, pero seguido recordé el histórico papel que han
jugado, siempre de espaldas a pueblo dominicano, traicionando nuestra patria,
serviles a los invasores, como sucedió en el 1916 y el 1965, u ofreciendo su
lealtad a nefastos gobiernos, como lo fueron la dictadura de Trujillo y el régimen
sanguinario de Balaguer.
Pude
imaginarme a esas mismas tropas que hoy rezan “todo por la patria” persiguiendo
y masacrando a los héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo, y más tarde acribillando
cobardemente a Manolo y sus compañeros. Me pareció escuchar a Francisco Alberto
Caamaño gritar “viva la República Dominicana” mientras atado de pies y manos
era vilmente asesinado por ese mismo ejercito que vi marchando en nombre del país.
Como olvidar
que la única verdadera democracia que hemos tenido, la del gobierno del
profesor Bosch, que quiso cumplir los principios de Duarte, de libertad,
justicia e independencia, fue truncada por unos gorilas uniformados, muy
parecidos a los que bellamente desfilaban.
Qué paradoja
que sea con el dinero del pueblo que se compran las pesadas botas con que luego
lo pisotean, y las sofisticadas armas con que descargan las ráfagas criminales
en contra de la libertad. Es con los impuestos que se exprimen de la miseria de
nuestros hermanos que se mantiene a esos soldados.
No quiero
ofender a nuestros valerosos militares, a quienes respeto y admiro, pero el rio
corre siempre por la misma cuenca, y la historia no me deja otra cosa que
pensar. Solo espero que el día que el pueblo reclame justicia social no se
queden del lado opuesto de las trincheras, como hasta ahora siempre han hecho,
y por una vez al menos limpien las oscuras manchas que hoy llevan sobre sus
prolijos uniformes.
Recuerden mis
valerosos soldados, que cuando dicen “todo por la patria”, traicionarla no está
incluido.
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