Islamabad, 14 ene (PL) Dominadas por constantes fricciones, las
relaciones entre las autoridades civiles y militares de Pakistán
cobraron varios grados de temperatura en la semana que concluye y
condujeron al país a una situación de alta inestabilidad política.
Las colisiones entre el presidente Asif Ali Zardari y el primer ministro
Yousuf Raza Gilani, de una parte, y los generales de la otra, son de
tal gravedad que no pocos analistas comentaron que en cualquier momento
podrían convertirse en realidad los persistentes rumores de fechas
anteriores sobre un golpe de estado.
Los históricamente quebradizos lazos institucionales entre el gobierno y
los generales vienen tensándose a marchas forzadas luego de conocerse
en octubre del año pasado que Islamabad había pedido ayuda a Estados
Unidos ante una eventual asonada militar a raíz de la muerte de Osama
bin Laden el pasado 2 de mayo.
A cambio de ese respaldo -reveló un empresario estadounidense de origen
pakistaní, Mansoor Ijaz-, el Gobierno prometía "controlar" al Ejército,
por lo regular un crítico de las cláusulas de la alianza con Estados
Unidos.
A inicios de esta semana, los altos mandos militares lograron que la
Corte Suprema de Justicia iniciara una investigación sobre el asunto,
una decisión que apunta contra el presidente porque, según la versión de
Ijaz, éste tenía conocimiento de la entrega del memo.
Zardari y Gilani también afrontan la amenaza del tribunal de ser
enjuiciados y destituidos si se niegan a reabrir unas investigaciones
por presunta corrupción que implican a varios importantes funcionarios,
presidente incluido.
Las tensiones aumentaron el pasado miércoles, cuando el primer ministro
destituyó al secretario de Defensa, teniente general (r) Naim Jalid
Lodhi, por ser quien tramitó ante la Corte Suprema las denuncias sobre
el memo.
En una inmediata respuesta, los generales advirtieron en un comunicado
que la decisión podría acarrearle al país "dolorosas consecuencias". Y
se reunieron el jueves, lo que alimentó las especulaciones sobre sus
próximas movidas en medio de la crisis política imperante en el país.
Golpe de Estado aparte, analistas consideraron la existencia de otros
varios escenarios en que los militares podrían intentar forzar al
presidente a dimitir honorablemente, entre ellos la promesa de impedir
su procesamiento por los delitos de corrupción que se le atribuyen.
Por si al país le faltaran problemas, esta semana Estados Unidos
reinició las operaciones de aviones teledirigidos sobre territorio
pakistaní y el martes y miércoles lanzó sendos ataques sobre supuestos
objetivos talibanes en la noroccidental provincia de Waziristán del
Norte.
La última incursión de los drones en la nación surasiática databa del 17 de noviembre del año pasado.
Nueve días después fueron tácitamente cancelados, a raíz del bombardeo
de aviones de la OTAN a dos puntos de control en la frontera con
Afganistán, que dejó un saldo de 24 soldados muertos y puso en crisis
las relaciones Islamabad-Washington.
Pakistán tiene una posición clara sobre los ataques de aviones no
tripulados y tiene desventaja sobre los beneficios tácticos, señaló el
viernes el portavoz de la cancillería. Son una violación a la soberanía
nacional y no pueden ser tolerados, recalcó.
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