Dadas las tensas relaciones entre Libia y EE UU y la reputación del joven de 33 años, detenido en más de una ocasión por supuesto maltrato de mujeres, el concierto ha enfurecido a más de uno.
Especialmente cuando Beyoncé parece estar sobrada de dinero. La fortuna conjunta con su esposo, el también cantante Jay-Z, se calcula alrededor de los 700 millones de euros. Y la intérprete que aspira a 10 premios Grammy el próximo 31 de enero concluyó en 2009 una de las giras más exitosas del año, con una recaudación de 18,4 millones de euros.
De ahí que sus seguidores no comprendan la presencia en el club Nikki Beach, de Saint Barth, de una intérprete que durante su carrera ha defendido una imagen de mujer independiente. Eso sí, en Saint Barth estuvo bien acompañada, junto a su esposo y rodeada de otros rostros famosos como el de la actriz Lindsay Lohan, los también cantantes Usher, Jon Bon Jovi, Gwen Stefani, el diseñador de moda Marc Jacobs y el millonario fundador de Microsoft Paul Allen.
Para ellos y para todo aquel que pudo pagar más de 8.300 euros por mesa la ex Destiny's Child interpretó cinco canciones, incluido su gran éxito Single ladies. No le han faltado defensores a la joven cantante que desde páginas de Internet, como Thehuffingtonpost.com, han intercedido en su favor subrayando "la hipocresía de los medios", que se están cebando una vez más en alguien del mundo del espectáculo sin recordar los inversores y otros millonarios de traje y corbata, "en contacto diario con Libia".
El año pasado, Mariah Carey habría recibido un cheque de pago 1 millones dólares para el mismo concierto, organizado por el hermano de Aníbal Moatessem Billah-Gaddafi. Esto fue antes de la liberación del terrorista de Lockerbie y la reacción era mínima.