Los primeros reportes sobre esta maravilla natural datan de 1870 y quedaron recogidos por el topógrafo británico Charles Barrington Brown, designado para realizar estudios geológicos y mapas de ese territorio caribeño y suramericano.
Su difícil acceso, por encontrarse en lo más espeso de la selva, ha permitido conservar la belleza del salto y su entorno, donde cohabitan flora y fauna que parecen escapados de historias antiguas.
Anacondas, pumas, jaguares, arañas y escorpiones, junto a Bromelias gigantes y plantas carnívoras, pueden aparecer en medio de los caminos que llevan a la catarata, en otros tiempos sólo explorados por aventureros en busca de oro y diamantes.
Pese a los peligros, el lugar se convirtió en uno de los más visitados del país por los turistas, quienes acceden por aire (en recorridos de una hora desde la capital) o por tierra en excursiones de entre tres y cinco días, siempre acompañados por guías.
San Jorge y el Salto Kaieteur son muestras de las excelencias arquitectónicas y naturales presentes en la "Tierra de Aguas", como denominaron los primeros aborígenes guyaneses a esa nación, pequeña en extensión, pero cautivante por su historia y belleza.