Una novedosa aplicación de la radiología, sin embargo, ofrece nuevas oportunidades para la supervivencia y para una mejor calidad de vida. Se trata de la radiación intraoperativa o radiación que se da en el lugar del tumor en el momento de la operación.
"La ventaja es enorme, porque las áreas sensibles, como el intestino delgado y la vejiga, que se encuentran expuestas, se pueden apartar para no afectarlas", dice la doctora María Amelia Rodríguez, del programa de radiación oncológica del Baptist Hospital of Miami.
Agrega la especialista que "la radiación externa siempre implica un riesgo de daño a los demás órganos cecanos, pero cuando se combina con la intraoperativa, que es más específica, permite suministrar dosis más pequeñas y proteger los tejidos que rodean el área tratada, con lo cual se logra que las dosis totales al sitio específico puedan ser más elevadas y conseguir efectos más duradero".
La recuperación de la cirugía, que se combina con el tratamiento, resulta más larga, porque la radiación afecta las células responsables de la sanación de las heridas, aunque resulta una desventaja menor si se toma en cuenta que se incrementa la capacidad para controlar tumores en áreas críticas.