BERKELEY, Estados Unidos, ene (IPS) – El arresto a manos de militares estadounidenses de seis iraníes en la localidad iraquí de Arbil y de otros varios en Bagdad dejaron en evidencia este mes una nueva estrategia de Washington en su enfrentamiento con Teherán.
Los arrestos tenían como objetivo a miembros de la poderosa Guardia Revolucionaria, que se afianzó política y económicamente tras las elecciones de 2004, en las que un estrecho aliado suyo, Mahmoud Ahmadinejad, se alzó con la presidencia.
Las autoridades iraníes aseguran que los detenidos son diplomáticos y presentaron una protesta formal contra las detenciones.
Desde de llegar al poder, Ahmadinejad, quien tiene antecedentes en el área militar y de inteligencia, dio a la Guardia Revolucionaria participación en contratos millonarios con varios departamentos del gobierno, entre ellos el Ministerio de Petróleo.
Pero la luna de miel entre la Guardia Revolucionaria y el gobierno parece llegar a su fin.
El Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) identificó el 23 de diciembre 11 organizaciones y 12 personas involucradas en programas nucleares y de misiles balísticos de Irán.
La mayoría de los nombres tenían vínculos o afiliación con la Guardia Revolucionaria. Entre ellos figuran tres altos comandantes del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán: el mayor general Yahya Rahim Safavi, el general Hosein Salimi, comandante de la fuerza aérea, y Ahmad Vahid Dastjerdi, presidente de la Organización de Industrias Aeroespaciales.
Ahora estos individuos tienen restricciones para viajar al exterior. Además, Estados Unidos anunció este mes sanciones contra el Banco de Sepah, uno de los más antiguos de Irán, que ponen en entredicho su capacidad para operar en el país norteamericano.
La medida tiene el objetivo de congelar los bienes de "promotores de armas de destrucción masiva" y de quienes los apoyan, pues el gobierno de Estados Unidos asegura que los bancos estatales de Irán son usados como fachada para financiar proyectos nucleares y misilísticos.
Estas sanciones le han imposibilitado a Ahmadinejad cumplir sus promesas populistas. Sufre cada vez bajo más presión interna y externa: afronta simultáneamente el aislamiento internacional y una crisis interna.
Al mismo tiempo, los conservadores tradicionales y sus aliados naturales, los pequeños comerciantes de los bazares, que controlan buena parte de la economía iraní, están cada vez más alarmados por la política de Ahmadinejad.
El influyente presidente del sindicato de bazares de Teherán, Ahmad Karimi, declaró que la economía es una ciencia y que quienes niegan sus principios básicos con una mala administración no pueden evadir la responsabilidad culpando a otros.
La alusión de Karimi se dirigía directamente al gobierno.
Los influyentes clérigos, la mayoría de ellos conservadores, también manifiestan cierto desprecio hacia la política económica presidencial en sus sermones de los viernes en las mezquitas.
El analista político Amir Mohebbian, entrevistado por el periódico Roozonline, declaró que la facción conservadora ya no puede enmendar sus crecientes divisiones internas.
Aunque estrechó sus lazos con la Guardia Revolucionaria y con la inteligencia, Ahmadinejad se mantuvo distante del parlamento conservador. Desde que el Consejo de Seguridad sancionó a Irán en diciembre, recrudecieron las críticas del parlamento hacia el presidente y su gabinete.
Más de 50 legisladores convocaron a Ahmadinejad para que explique su política económica, a la que atribuyen la inflación incontrolable, y la falta de cumplimiento a sus promesas de distribuir entre las masas la riqueza petrolera nacional.
Incluso Kayhan, el periódico más conservador de Teherán, atribuye sutilmente errores a las políticas de Ahmadinejad.
"Ahora que el noveno gobierno electo (de la República Islámica de Irán) llega al final del segundo año de su periodo de cuatro, la gente espera ansiosa mejoras en las condiciones de vida, pero sin resultados. Los altos precios atragantan al público. Bajo estas circunstancias, lo menos que debe hacer el gobierno es aliviar el alto costo de la vida", editorializó Kayhan.
Luego, el periódico atacó las atribuciones de "inspiración divina" que Ahmadinejad reivindica para sí: "Ninguna organización, incluido el gobierno, debería ubicar sus acciones bajo el auspicio de la santidad, sin aceptar la oposición."
También se unió a las críticas el diario Jomhoury Eslami, periódico conservador tradicionalmente cercano al líder supremo de la Revolución Islámica, el ayatolá Alí Jamenei.
"La gente quiere mejoras en su calidad de vida, en especial una reducción de la inflación, o al menos un freno a su constante alza. De otro modo, perderán toda la fe que le queda en el gobierno", sostuvo Jomhoury Eslami.
"El gobierno no debería hacerse el sordo frente a sus asesores, con la excusa de que está en contacto directo con el pueblo. Lo quiera o no, necesita asesores ajenos a sus filas para darle respaldo a sus acciones", argumentó el diario.
Los errores de cálculo pusieron a Ahmadinejad en una situación complicada. Sus allegados obtuvieron un pequeño porcentaje de los votos en las elecciones legislativas locales de diciembre.
Ese mismo mes, el presidente visitó la Universidad Amir Kabi. Los estudiantes manifestaron su furia. Algunos quemaron un retrato de Ahmadinejad, mientras cantaban "Muerte al dictador".
El mandatario también afronta conflictos en la vecindad regional. En los últimos dos años, contó con la disposición de Estados Unidos a negociar, dada la necesidad de ayuda que las tropas del país norteamericano tenían en Iraq.
Intentó usar su influencia con el partido libanés chiita Hezbolá, con el gobernante movimiento islámico Hamas en Palestina y con grupos iraquíes.
Pero esos esfuerzos fueron en vano, pues Hezbolá terminó debilitado desde la guerra de septiembre con Israel, Hamas pierde poder en Palestina ante el presidente Mahmoud Abbas y Estados Unidos alienta una coalición con Egipto, Jordania, Arabia Saudita y otros estados del Golfo Pérsico o Arábigo para lidiar con la crisis en Iraq.
Ahmadinejad se ha debilitado dramáticamente en los últimos seis meses. El provocativo arresto de iraníes en Arbil y en Bagdad demuestra que Estados Unidos está listo para un nuevo orden regional. Y la guerra retórica entre ambas partes podría derivar en un enfrentamiento militar real.
Pero hasta los iraquíes adversarios del régimen islámico en el exilio objetan un ataque contra Irán. El principal temor es que los partidarios de la línea dura se dediquen a reprimir aun con más ahínco que ahora los críticos y opositores dentro del país.
Si Estados Unidos ataca, el gobierno iraní aprovechará la oportunidad para convocar al pueblo detrás de la bandera y par aplastar los remanentes de la sociedad civil.
Washington cada vez más impopular en Medio Oriente. Especialmente en Irán, donde instigó en 1953 un golpe de Estado contra el más popular de los gobiernos de la historia de ese país.
Dada esta animadversión, y el gran fracaso estadounidense en Iraq y Afganistán, muchos creen que la fuerza militar en Irán sólo estrangularía la democracia en una sociedad ya en proceso de transformación.
(*) Omid Memarian es un periodista y activista iraní. Ganó varios premios, entre ellos el de Human Rights Watch en 2005, y el Human Rights Defender Award. Hoy es académico visitante de la Escuela de Periodismo para Graduados de la Universidad de California en Berkeley. (FIN/2007)