Los únicos que conocen los cambios que serán introducidos a la Constitución de la República son sus promotores.
Y cuando termine de ser aprobada, los únicos que sabrán qué y porqué se aprobó así, serán sus promotores.
La participación no se debe confundir con la divulgación. Estamos saturados de medios a través de los cuales hablan la minoría que puede hacer uso de los mismos.
La participación es algo más que escuchar y hablar. Participar es decidir, y eso es lo que menos pinta en este proceso de reforma constitucional.
En nuestra lógica, el pueblo debió ser el ente activo de este proceso, a través de una constituyente, como lo ha sostenido Participación Ciudadana, y que se dejara para consulta a los trece reconocidos abogados que integran la comisión.
Porque una cosa es que se hable, se diga y repita una consigna, y otra es que el pueblo haya asimilado lo que se está discutiendo.
Usted sale con un grabador en manos a preguntarle a la gente del pueblo si comparte que la Constitución de la República sea reformada y de inmediato le responde que si. Es lo que los medios le han dicho que deben decir.
¿Si le pregunta por qué?, muy probablemente pocos sepan responderles. La razón no es otra que como antes, en la reforma constitucional lo que menos importa es esa gente del pueblo.
Este diario ha criticado el esquema con que se ha planteado la reforma constitucional. Una iniciativa del presidente Leonel Fernández, que desemboca en la designación de una comisión de sabios, para que luego éstos salgan por las ciudades a encabezar consultas populares.
Probablemente, esos sabios, constitucionalistas afirman algunos de ellos, lo que menos les importa es qué opina esa gente, cuando se saben ellos conocedores de los asuntos a tratar, y con derecho a decidir.
Ahora falta que los legisladores, al momento de recibir el ante proyecto, se limiten a aprobarlo, para obedecer así a los designios de Dios.