Habló la voz del pueblo

Cuando el pueblo habla no solamente estamos obligados a escucharlo, sino también a respetar lo que diga y, concomitantemente, aceptar sus acciones. Porque, lo que más se parece a la voz de Dios, es precisamente la voz del pueblo. Y, en lo que respecta a la voluntad de la mayoría de los dominicanos, expresada libérrimamente en los colegios electorales el pasado martes, ese pueblo dijo que es Leonel Fernández y su Partido de la Liberación Dominicana, los que deben regir su destino.
Sin duda alguna que lo dicho por el pueblo en las elecciones del 2004 y 2006, a través del mejor mecanismo que tiene el sistema democrático (que son las elecciones) es que confía en Fernández y el PLD, a la hora de dirigir su destino.
Por eso, lo que aconteció en esta reciente cita comicial no es más que la reiteración del pueblo sabio, de que con Leonel Fernández y el Partido de la Liberación Dominicana “e’palante que vamos”. Usted podrá decir que en el 2004 el soberano se equivocó, al dejarse arropar por una aureola propagandística pero, ¿cómo se podrá entonces explicar el “chapeo bajito” practicado por Leonel y el PLD en esta oportunidad?
Dejémonos de tonterías: el pueblo no se puede equivocar dos veces y menos de manera sucesiva. Algo malo ve en los demás que, al echar la mirada hacia el Presidente Fernández y su PLD, observa las cosas completamente distintas.
Y es que millones de ciudadanos no pueden chocar con tanta frecuencia con la misma piedra, sin que acuse el más mínimo dolor y arrepentimiento. Y que no me hablen tampoco de encantos, porque ni los niños ya creen mucho en aquel famoso país de las maravillas de Alicia.
Que no se quiera ahora escamotear el triunfo obtenido por Leonel Fernández y el Partido de la Liberación Dominicana. Si el Presidente fue más audaz, sagaz, decidido, arrojado y persuasivo, lejos de increparlo por los éxitos cosechados, debieran sus adversarios “cogerle la seña” e irse conectando con el corazón del pueblo, en ruta a la cita comicial del 2008.
Ponerse ahora a refunfuñar y venir con una vocinglería perturbadora, sería algo más que perder el tiempo y olvidar que, la voz del pueblo, es la voz de Dios.