Tenía deseos de referirme a la exiliada poeta cubana Zoé Valdez, tan brillante como deslenguada, pues se destapó con unas expresiones contra nuestro fraterno amigo, el caballerísimo escritor Alejandro Arvelo, uno de nuestros grandes valores intelectuales contemporáneos, como culpándolo porque su charla fue boicoteada y por el susto que le dieron los admiradores del presidente de Cuba, comandante Fidel Castro Ruz.
Valdez, en un acto de irrespeto e irresponsabilidad, denominó “apocado” al brillante escritor criollo. Acaso quería que Arvelo se liara a las trompadas con quienes intentaron agredirla? Ni que fuera su marido para exigirle de esa forma, con tal desparpajo.
Lo mejor de todo su atrevimiento es que sus dardos venenosos los lanzó desde la comodidad de su país de residencia, Francia. Así sí es fácil. Pero si Arvelo habría enfrentado a los agresivos manifestantes (imagino que con cualidades de Bruce Lee que todavía no le conocemos) ahora él permaneciera aquí en el candelero, mientras que la exiliada cubana estuviera muy tranquila en París, echándose fresco con un abaniquito de cartón en alguna mecedora de caoba centenaria y riéndose del arranque de heroísmo de nuestro admirable amigo.
Pero ya la Feria del Libro concluyó, y por cierto con gran éxito, a pesar de Zoé y su “apocado” concepto de nuestro respetuoso amigo, que sin contestarle demostró que como ser humano y como intelectual está muy por encima de ella, porque no necesita el anticastrismo para sacar provecho económico y proyectarse internacionalmente. Hasta aquí con eso, pues no quiero tragarme la hiel de la complicidad que impone el silencio.
El nuestro debe ser el único país del mundo donde se contratan extranjeros para que tengan como profesión denostar y tratar de manchar honras y bien ganados prestigios de personas e instituciones que ellos ni conocen. Es más, alguien me comentó que se han referido con irreverencia hasta de nuestro venerable patricio Juan Pablo Duarte, el ideólogo de la libertad que hoy disfrutamos y por la cual esos mismos personajes poseen el privilegio de poder expresarse utilizando los medios de comunicación autorizados por el Estado Dominicano.
Aquí cabe aquello que reza “de fuera vendrán que de casa nos echarán”. Es increíble que incluso algunos que proclaman a viva voz su dominicanidad se presten para hacerle el jueguito a los que tienen como deporte favorito la difamación, precisamente en desmedro de otros dominicanos. Es doloroso y deprimente observar esta realidad.
Lo anterior viene a colación por la campaña de descrédito que motorizaron con poco indiscreta saña, que es la palabra más adecuada para describir esa obsesión por dañar la imagen o reputación de los actuales directivos de la Asociación de Cronistas de Arte (ACROARTE).
Al parecer desconocen las palabras respeto y consideración o pensaron que este es un país de indígenas donde cualquier pelafustán llega y hace y deshace sin que nadie lo frene. O desde ya debemos empezar a sospechar que a estos desbocados los apadrinan personas muy influyentes, de esos que se mantienen en la oscuridad utilizando a incautos o a degenerados verbales para sus propósitos ulteriores.
Debemos comenzar a dudar que esos chismosos faranduleros actúen por cuenta propia, pues más bien parecen ser bocinas de nefastos personajes que se mantienen agazapados haciendo daño a través de terceros a sus víctimas favoritas. Es más, yo estoy convencido de que esos tres infelices son sólo marionetas de alguna mente perversa que se divierte con su diabólica tarea de manchar honras a diestra y siniestra para luego apelar a los conciliadores. No será que aún añoran el “Foro Público”?
El reclamo debe llegar hasta el fondo, sino es que ahora los que actúan bajo las sombras remueven cielo y tierra buscando adeptos a su causa para evitar que la justicia los desenmascare y que salga a la luz pública toda la mugre que ocultan tras estos agitadores.
La calumnia es malvada y sólo hay que colocarse por un momento en la piel del calumniado para saber lo que se siente, en tanto el calumniador anda por ahí orondo porque se regodea de felicidad tan sólo porque su nombre está sonando con profusión. No es eso una enfermedad mental? Hay que ser un desvergonzado para pretender hacer un nombre de esa manera.
Pero la calumnia va más allá de la gestión actual, pues envuelve a todo nominado a los Premios Casandra en el marco de la “denuncia”, que obviamente abarca la pasada entrega, y, por ende, a los propios ganadores en cada renglón, pues al no identificar a quienes “pagaron” queda entendido que puede ser cualquiera de los artistas que disputaron el codiciado trofeo. Partiendo de lo anterior queda entendido que el lodo alcanza para todos (y eso incluye a la propia Cervecería Nacional Dominicana, que como empresa patrocinadora).
Las culpas, si alguien la tuviera, no se heredan, por tanto ninguna persona que conozca la trayectoria de Fausto Polanco, Marivell Contreras, Emelyn Baldera, Florentino Durán, Darío Fernández, Ulises Jiménez y Jorge Mejía Pimentel, los actuales miembros directivos de ACROARTE, podría calificarlos de corruptos. Como tampoco a ex presidentes del gremio, como José Tejada Gómez, Cristhian Jiménez, Napoleón Beras, Carlos T. Martínez, Feliz Vinicio Lora o Miguel A. Rivera, entre otros.
En ACROARTE hay muchos comunicadores que no se prestarían a componendas de ninguna índole, hasta prueba en contrario, y entre otros tantos podemos destacar a Ramón Armánzar, Limay González, Rosa Neyda Gómez, Junior Segura, Carlos Cepeda Suriel, José Antonio Aybar, Aridio Castillo, Jorge Ramos, Cristina Liriano, Inmaculada Cruz Hierro, Estuardo Arias y Grisbel Medina.
La justicia, siempre tan cuestionada, ahora tendrá la última palabra.
