El actual Secretario de Agricultura, ex-compañero de boleta del todopoderoso Danilo Medina, acaba de ser proclamado candidato a Senador por su lar nativo San Francisco de Macorís. A pesar de que toda mi familia paterna es de esa ciudad, no tengo en el recuerdo la última vez que visité la bravía y progresista ciudad del jaya.
Y a pesar, esto para los que les gusta anidar cosas, de que Amilcar está casado con una señora que viene saliendo prima mía por parte de mi abuela paterna, no tengo el gusto de conocer ni a uno ni a otro.
Pero si por lo que me han dicho, y por lo que visto, me parece que Amilcar Romero es de los pocos dominicanos enamorados primero de la tierra para ponerla a producir, y luego de una ciencia sucia como la política con la finalidad exclusiva de servir.
Y era el maestro Bosch quién sentenciaba que el que no vive para servir, no sirve para vivir.
Cuando un hombre de las condiciones de Amilcar Romero se enfrenta al candidato del Partido Revolucionario Dominicano, que tiene según dicen una inmensa fortuna, y el apoyo de los que antes supieron hacer lo que les vino en ganas, es porque realmente sabe que él no tiene precio, y que es el candidato del aprecio de los que tienen algún valor en San Francisco de Macorís, ciudad que amerita mucho que se le ayude y se le rescate de la hoy menos comentada fama de que los dineros de la droga circulan en cantidades por negocios, mansiones, y otras cosas.
Creo en Amilcar sin conocerlo, porque creo en los hombres que teniéndolo todo se meten en política en un país donde hacer de político es desacreditarse y no precisamente por la buena conducta de quienes han hecho de la política un negocio para hacer dinero, y en eso me parece que un hombre como Amílcar en realidad no tiene precio
